Dado que me enfocaba en un tema totalmente aparte en el post anterior, no llegué a mencionar el fuerte contexto cristiano en torno al cual la obra sucede la obra y el cual no me incomoda en lo absoluto. Jean Valjean se convierte en un hombre nuevo gracias al perdón del Monseñor Bienvenu quien, con los dos candelabros que le entrega “compra su alma para Dios”, y es este el motor que guía las acciones de Jean Valjean entonces en adelante. Otro buen ejemplo de ello es cuando Valjean debate el revelarse como tal para salvar a un hombre erróneamente acusado de ser él, y al ver el crucifijo cae en la cuenta de lo mal que haría al simplemente dejar que encarcelen a un inocente.
Por otro lado, la descripción que se da sobre las religiosas que conducen el convento en el cual Valjean y Cosette se esconden por ocho años no es muy halagadora tampoco. Se las muestra como fanáticas que anteponen la devoción a todo, incluso a la familia de las alumnas, haciendo de esta más que un alimento de vida, un peso que deben cargar amargamente. “Estas monjas no son vivaces y alegres” dice Victor Hugo, “sino tristes y taciturnas”.
Más aun, la representación que se hace de Los Amigos del ABC y de la causa revolucionaria deja bien en claro que el cristianismo al cual se hace apología en el libro no pretende ser aquel cancer que busca subyugar a todo y a todos. Al contrario, una imagen tan positiva de los revolucionarios nos hace ver una búsqueda de un mundo mejor con un tono bastante secular, búsqueda en la cual entra Valjean con sus propias motivaciones, siempre buenas y cristianamente dirigidas, pero sin afectar el desarrollo de esta.
[SPOILER] Terminar de leer el libro lo deja a uno con una melancolía tremenda al ver a Valjean morir, aún luego de que Cosette y Marius reconozcan todo lo que hizo en su vida. Es un final triste y emotivo, que no podía ser un final de cuento de hadas en el que el abuelo vivía para ver a sus nietos y ser feliz finalmente con su familia (aunque no voy a negar que me habría gustado ver ese final). Sin embargo, en el musical vemos a Fantine recoger a Jean Valjean y llevarlo a donde las almas van luego de morir. Emotivo también, puesto que el reconocimiento que Valjean recibe si bien no es de Cosette y Marius, viene de aquella a quien le hizo la promesa de cuidar a Cosette, Fantine. Y junto a Fantine lo esperan todos aquellos que murieron luchando contra las tristes circunstancias que los rodearon. Enjolras, Courfeyrac, Gavroche y Eponine están ahí cantando, “Do you hear the people sing, singing the song of angry men…” Me habría gustado ver a Javert ahí también para reconciliarse con Valjean. Todos se reunen en el “afterlife”, que, a pesar de ser una idea de la cual no tenemos prueba alguna, ciertamente es agradable.
Algo parecido me sucedió con el final de Lost. No faltó el amigo al cual el final le pareció una propaganda cristiana tremenda y que arruinó mucho de las expectativas que tenía. Para mí no fue así; yo creo que entendí el final dentro del universo de Lost y de las motivaciones y sentimientos de los personajes y si bien no fue el mejor final de serie que haya visto, me dejó con una sensación de cierre que me bastó para poder avanzar.
Quien lee Les Miserables se verá a cada rato enfrentado con la fe que mueve las acciones de Jean Valjean, así como el recuerdo del Monseñor Bienvenu (quien es realmente el que pone en marcha todo lo que sucede en la obra). Podría decirse que es una alegoría a que es necesaria una intervención divina para que todo el bien del que es capaz la humanidad pueda llegar a concretarse. Pero aun si fuera así, Les Miserables no deja de ser una gran obra, muy por encima de sus encarnaciones en pantalla grande o en las tablas. Que represente el cristianismo bajo una buena luz no le quita realmente nada, más aun si consideramos el tiempo y el lugar en que fue escrita.
Un caso similar tenemos en Jules de Pulp Fiction, otro personaje muy entrañable de la película, el cual no llega a caer antipático a pesar de estar convencido de que Dios mismo bajó del cielo a salvarles la vida a él y a Vincent. Jules puede hablar de Dios, estar convencido de que lo que le sucedió fue una intervención divina y aún así verlo salir del restaurante con la pistola en sus shorts nos hace querer aplaudirlo.
En fin, he ahí una obra que incluye la fe humana en lo divino dentro de su narrativa sin que esto la haga criticable. Y sabiendo esto, podemos usarlo para recordarnos que la presencia del elemento divino en una persona no es necesariamente un detrimento a su personalidad o calidad como tal. Podemos estar en total desacuerdo, podemos considerar esas creencias como un cuento de hadas, pero eso no quita que podamos sentarnos en un restaurante a conversar amigablemente mientras comemos un cebichito. Por supuesto, eso no significa dejar de criticar lo criticable o dejar de establecer una línea entre lo real y lo irreal.
Su Nombre en Vano
His Name in Vain
¿Sin ganas de leer mucho? Date una vuelta por el Tumblr de Su Nombre en Vano
Tuesday, January 8, 2013
La fe en Les Miserables
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Monday, January 7, 2013
"Les Miserables" y esos personajes a quienes amamos
“Ya no le debes nada a estas personas. Les has dado todo”
“No todo. Aún no”
Hace unos días fui a ver el musical de Les Miserables, el cual es uno de mis libros favoritos. A pesar del temor de que me fuera a decepcionar como lo hizo la película con Uma Thurman, tengo que admitir que estuvo muy bien hecha, al punto de ser el tipo de película que compraré apenas salga (no bajada de internet, no copiada de otro CD, no comprada de segunda mano). La interpretación de los números musicales fue excelente y me encantó el ver a mi adorada Eponine ser representada tan fielmente.
"On my own..."
Eponine es mi personaje favorito, pero comparte ese espacio junto a aquel en torno a quien gira la historia: Jean Valjean. Valjean (y no me refiero necesariamente al interpretado por Hugh Jackaman) es el hombre que personifica la historia de redención al punto de convertirse en un ser nuevo que está dispuesto a entregar su vida por quienes ama. Decirlo así se escucha bastante simple, pero para quien haya leído el libro y caminado a través de los tortuosos pensamientos que llevan a Valjean a convertirse en tal persona, sabrá que no fue un proceso fácil y que al final merecería la felicidad completa. Dicho sea de paso, la película grafica muy bien ese sentimiento y creo que lo deja bien satisfecho.
Una de las última películas que fui a ver al cine antes de Les Miserables fue Batman, The Dark Knight Rises. Está de más decir que Batman cuenta con una fanaticada tremenda, parte de al cual no creo ser, aunque he de admitir que la película me gustó bastante, más que The Avengers. (CUIDADO: Si no han visto la película de Batman, deténganse aquí pues voy a contar el final). El diálogo del inicio de este post apareció en el trailer y nos hace pensar hasta qué punto Batman va a llegar esta vez para salvar Gotham City. Ese punto llega cuando Batman aparentemente se inmola al llevarse una bomba nuclear lejos de la ciudad para salvar a la gente a costa de su propia vida (aunque luego vemos que en realidad no murió y anda recorriendo el mundo con Catwoman). El verlo subir a su avión con la idea de que es un viaje del cual no piensa regresar es quizás el momento más emotivo de la película. Y es quizás por cosas como esas, por extremos como esos a los que una persona está dispuesta a llegar por el bien de otros, que Batman se convierte en un personaje tan entrañable.
¿A dónde voy con todo esto? Que tanto a Batman como a Jean Valjean se les puede decir que no le deben nada más a la gente, que ya lo han dado todo. Y ellos nos responderán que aún no lo han hecho, para luego irse a hacer algo tremendamente loable. Otro buen ejemplo de esta actitud es Goku, a quien tantas veces vimos morirse y revivir para salvar la Tierra de distintos monstruos. Y si bien puede sonar como algo tremendamente frívolo e incomparable ante un personaje que tiene décadas de existencia en la cultura popular (como Batman) o a un personaje literario tan completo (como Valjean) el principio que los hace entrañables es el mismo: Son las personas que dan hasta la vida por quienes aman.
Ahora, supongamos que se nos dice que Goku, o Bruce Wayne, o Jean Valjean realmente existen. Supongamos que hay muchos quienes lo creen cierto. Supongamos que se nos dice que son seres tan increíbles que pueden escuchar no solo nuestras palabras, sino también nuestros pensamientos, e incluso ayudarnos. La admiración que podemos tenerles hará que queramos expresar a diestra y siniestra nuestra lo que sentimos hacia ellos, así como nuestra gratitud por todo lo que han hecho. Eso mismo se hace con Jesucristo, en quien tenemos un personaje de leyenda con las mejores características que podemos atribuirle a un ser humano y damos rienda suelta a nuestro deseo de hacerlo alguien especial y, valga la redundancia, endiosarlo. Se nos deja todo el camino libre para poder apagar esa parte del cerebro que nos dice “No es lógico que una persona así exista” y poder no solo caminar, sino correr hacia ese estado en que uno se llega a creer que tal cosa es cierta y no hay nada fuera de la realidad en ello. Y es que aún a esta alturas es muy fácil el dejarse llevar por la corriente y ser uno más de los borregos que se tragan el cuento completo.
Me habría gustado estar ahí, al final de los días de Jean Valjean y no dejarlo morir sin decirle cuan admirable, y cuantas grandes cosas logró para tantas personas. Puedo leer Les Miserables 20 veces, puedo ir a ver la película otras 20 y no dejar de derramar un par de lágrimas al final. Pero lo que no puedo hacer, por más que me guste y por más que tenga ganas de hacerlo y por más hermoso que sea, es pretender que esa maravillosa fantasía es realidad.
No, no existen. Por más que queramos.
Monday, December 24, 2012
El post de Navidad
Hace unos días tuve una reunión en mi casa con algunos amigos del trabajo. El tema era algo relacionado con la Navidad, obviamente, pero a decir verdad no me molestaba. Entre los que vinieron había una señora que me llamó la atención debido a que, a pesar de ser cristiana (el tipo de cristiana cuyo muro de Facebook tiene siempre algo relacionado con Dios) decía que no celebraba Navidad. Según me dijo, era porque el 25 de diciembre no era realmente el nacimiento de Jesús, lo cual me pareció una buena razón. Además, se ahorra el andar buscando regalos y adornos para la casa.
Yo por otro lado, siendo ateo (el tipo de ateo que suele escribir un blog y criticar las cosas que se hacen en nombre de la religión en mi muro de Facebook), no me molesta el hacer celebraciones navideñas. El árbol de Navidad me parece muy bacán, además de ser, para quienes sabemos, un recordatorio del origen pagano de la celebración. Las luces también me parecen interesantes y si bien no llego al extremo de competir con los vecinos para ver quién pone un mejor show, he de admitir que una casa bien iluminada no se ve mal. Ahora, si hablamos del nacimiento, entonces ya estamos hablando de una especie de homenaje a un mito que ha sido usado para perpetuar costumbres y actitudes bastante nocivas. Pero eso no significa que tenga que ser dejado de lado, pues siempre hay alguna manera de usar el nacimiento para sacarle algunas risas a los invitados.
Personalmente, tiendo a ver la Navidad como el Halloween, una fiesta que tuvo un inicio religioso, pero que ahora tiende a ser más un evento para divertirse y pasar buenos momentos con los seres queridos y demostrar qué tanto los queremos con algún regalo, siempre dentro del presupuesto de uno, claro. No voy a andar regalando televisores de plasma de 500 pulgadas a cada persona que conozca. Y si alguien no me regala nada, tampoco me voy a amargar. Simplemente no fue y ya. Nadie tiene mayor obligación de regalar nada a nadie.
Tampoco me molesta decir “Feliz Navidad”, especialmente si a quien se lo deseo sé que lo celebra con el significado cristiano. Lo común es decírselo a alguien que conocemos y por tanto, tenemos algunas cosas en común y otros lazos que nos unen, así que decir “Feliz Navidad” no es más que una forma de darle una gota más de alegría a la otra persona. Por otro lado, si me voy despidiendo de alguien a quien no conozco bien, digamos, el cajero de la tienda, lo más lógico es decir “Felices fiestas” pues no sé qué es lo que esa persona estará haciendo durante las fiestas. Si alguien se molesta por ello, bueno, es su problema.
Es por todo eso que no le veo nada malo en celebrar Navidad. Ponerle mala cara es derecho de cada quién, pero me parece un tanto contraproducente, pues a final de cuentas el que acaba peor es uno. Recuerdo que una vez varios compañeros de trabajo estaban organizando un almuerzo para mi cumpleaños e invitaron a una compañera que era testigo de Jehová (que no celebran cumpleaños). Durante el almuerzo, me contaron como la susodicha había rechazado la invitación en un muy cortés correo electrónico. Ni modo pues. Nosotros la pasamos bien, comimos bien, nos reímos bastante y a fin de cuentas, armamos más lazos en común.
Finalmente, Tim Minchin recoge todas estas ideas en una canción
No tanto así tampoco
Yo por otro lado, siendo ateo (el tipo de ateo que suele escribir un blog y criticar las cosas que se hacen en nombre de la religión en mi muro de Facebook), no me molesta el hacer celebraciones navideñas. El árbol de Navidad me parece muy bacán, además de ser, para quienes sabemos, un recordatorio del origen pagano de la celebración. Las luces también me parecen interesantes y si bien no llego al extremo de competir con los vecinos para ver quién pone un mejor show, he de admitir que una casa bien iluminada no se ve mal. Ahora, si hablamos del nacimiento, entonces ya estamos hablando de una especie de homenaje a un mito que ha sido usado para perpetuar costumbres y actitudes bastante nocivas. Pero eso no significa que tenga que ser dejado de lado, pues siempre hay alguna manera de usar el nacimiento para sacarle algunas risas a los invitados.
Personalmente, tiendo a ver la Navidad como el Halloween, una fiesta que tuvo un inicio religioso, pero que ahora tiende a ser más un evento para divertirse y pasar buenos momentos con los seres queridos y demostrar qué tanto los queremos con algún regalo, siempre dentro del presupuesto de uno, claro. No voy a andar regalando televisores de plasma de 500 pulgadas a cada persona que conozca. Y si alguien no me regala nada, tampoco me voy a amargar. Simplemente no fue y ya. Nadie tiene mayor obligación de regalar nada a nadie.
Y si hasta él celebra navidad...
Tampoco me molesta decir “Feliz Navidad”, especialmente si a quien se lo deseo sé que lo celebra con el significado cristiano. Lo común es decírselo a alguien que conocemos y por tanto, tenemos algunas cosas en común y otros lazos que nos unen, así que decir “Feliz Navidad” no es más que una forma de darle una gota más de alegría a la otra persona. Por otro lado, si me voy despidiendo de alguien a quien no conozco bien, digamos, el cajero de la tienda, lo más lógico es decir “Felices fiestas” pues no sé qué es lo que esa persona estará haciendo durante las fiestas. Si alguien se molesta por ello, bueno, es su problema.
Es por todo eso que no le veo nada malo en celebrar Navidad. Ponerle mala cara es derecho de cada quién, pero me parece un tanto contraproducente, pues a final de cuentas el que acaba peor es uno. Recuerdo que una vez varios compañeros de trabajo estaban organizando un almuerzo para mi cumpleaños e invitaron a una compañera que era testigo de Jehová (que no celebran cumpleaños). Durante el almuerzo, me contaron como la susodicha había rechazado la invitación en un muy cortés correo electrónico. Ni modo pues. Nosotros la pasamos bien, comimos bien, nos reímos bastante y a fin de cuentas, armamos más lazos en común.
Finalmente, Tim Minchin recoge todas estas ideas en una canción
I really like Christmas
It's sentimental, I know, but I just really like it
I am hardly religious
I'd rather break bread with Dawkins than Desmond Tutu, to be honest
And yes, I have all of the usual objections
To consumerism, the commercialisation of an ancient religion
To the westernisation of a dead Palestinian
Press-ganged into selling Playstations and beer
But I still really like it
I'm looking forward to Christmas
Though I'm not expecting a visit from Jesus
I'll be seeing my dad
My brother and sisters, my gran and my mum
They'll be drinking white wine in the sun
I'll be seeing my dad
My brother and sisters, my gran and my mum
They'll be drinking white wine in the sun
I don't go in for ancient wisdom
I don't believe just 'cos ideas are tenacious it means they are worthy
I get freaked out by churches
Some of the hymns that they sing have nice chords but the lyrics are dodgy
And yes I have all of the usual objections
To the miseducation of children who, in tax-exempt institutions,
Are taught to externalise blame
And to feel ashamed and to judge things as plain right and wrong
But I quite like the songs
I'm not expecting big presents
The old combination of socks, jocks and chocolate is just fine by me
Cos I'll be seeing my dad
My brother and sisters, my gran and my mum
They'll be drinking white wine in the sun
I'll be seeing my dad
My brother and sisters, my gran and my mum
They'll be drinking white wine in the sun
And you, my baby girl
My jetlagged infant daughter
You'll be handed round the room
Like a puppy at a primary school
And you won't understand
But you will learn someday
That wherever you are and whatever you face
These are the people who'll make you feel safe in this world
My sweet blue-eyed girl
And if, my baby girl
When you're twenty-one or thirty-one
And Christmas comes around
And you find yourself nine thousand miles from home
You'll know what ever comes
Your brother and sisters and me and your Mum
Will be waiting for you in the sun
Whenever you come
Your brothers and sisters, your aunts and your uncles
Your grandparents, cousins and me and your mum
We'll be waiting for you in the sun
Drinking white wine in the sun
Darling, when Christmas comes
We'll be waiting for you in the sun
Drinking white wine in the sun
Waiting for you in the sun
Waiting for you...
Waiting...
I really like Christmas
It's sentimental, I know..
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Thursday, December 20, 2012
Águilas secuestradoras y el fin del mundo
Hace unos días un video estaba dando vueltas por la web, llegando a ese estado de viral que tanto codician otros. En dicho video se veía un águila dorada sobrevolando un parque y bajando para llevarse a un bebé. Luego de levantarlo casi medio metro, el águila lo soltaba para escapar, ante la mirada de los aparentemente preocupados padres.
El video fue compartido no solo en muros de Facebook, sino también en crédulos portales de noticias. Luego de un rápido auge, descubrimos que el video era falso, pues había sido hecho por tres estudiantes de animación en 3D. Huelga decir que lo más probable es que hayan aprobado su curso con buenas notas.
Fuera del éxito técnico, no deja de llamarme la atención la rapidez con que muchos se aprestaron a dar crédito a una ocurrencia tan insólita como el que un ave trate de llevarse un niño. No pretendo decir que fueron gente crédula y sin mayor conocimiento, pero sí que se pudo tomar el asunto con un poco de escepticismo. Y es que, al ser algo poco común que un ave de rapiña se lleve a un niño frente a tanta gente no es algo que suceda regularmente.
Pienso que parte del problema es que a la gente le gusta sentirse especial. Nos gusta sentirnos especiales y cuando algo muy increíble sucede estamos muy prestos a creerlo y aceptarlo como verdad. La posibilidad de que un águila quiera llevarse a un niño justo frente a una cámara de video es realmente muy poca, y los documentales de la BBC pueden considerarse con suerte cuando un animal que vienen observando hace algo fuera de su rutina. Nos gusta pensar que no somos del montón, que somos especiales y que cosas increíbles nos pueden suceder.
Este principio tiende a aplicarse a las películas, donde gracias a una inusual serie de eventos afortunados, el protagonista llega a salir victorioso. Tomemos por ejemplo 2012. En ella, John Cusack tiene la "suerte" de encontrarse con un conspiranoico que tiene razón en cuanto al gobierno encubriendo el cataclismo que se acerca, tiene la suerte de tener una limosina a su disposición, tiene la suerte de encontrar el mapa del conspiranoico para llegar a las arcas que salvarán a sus pasajeros, tiene la suerte de encontrar un avión disponible, tiene la suerte de que el novio de su ex mujer sepa conducir un avión (aunque solo haya tomado un par de lecciones), tiene la suerte de que su jefe tenga un avión más grande a su disposición con piloto y todo, tiene la suerte de caer cerca de donde pasan los soldados que llevan a los pasajeros a las arcas, tiene la suerte de encontrarse con alguien que lo lleve gratuitamente a las arcas al no disponer de un boleto y finalmente tiene la suerte de llegar a estas e incluso, de comportarse como un héroe y no morir en el intento. Pero eso es Hoollywood pues, donde lo increíble se hace creíble.
El mismo razonamiento se aplica a la payasada del fin del mundo. A mucha gente le gusta creer que le ser humano puede conocer los misterios del universo y el futuro que nos los presentará. A muchos les encanta pensar que somos una especie de criatura especial alrededor de la cual gira el universo y por lo cual tenemos el poder de entenderlo y utilizar tal entendimiento para nuestro beneficio, no gracias a nuestros estudios e investigaciones, sino gracias a la cualidad inherente de que somos especiales.
El asunto del fin del mundo este 21 de diciembre del 2012 fue iniciado por el calendario Maya que supuestamente “acaba” o “se reinicia” (dependiendo a quién le preguntemos) en dicha fecha. Y no faltaron quienes empezaron a armar todo un imperio de especulaciones apocalípticas en torno al supuesto fin. Sin embargo, eso solo sucede gracias a que hay mucha gente con unas ganas tremendas de creer que hay algo místico y divino que una cultura antigua pudo entender y que hoy ya no podemos.
Así como con el caso del águila, en que sería fabuloso el poder haber presenciado un evento tan inusual, en este caso sería fabuloso el que podamos saber lo que nos depara el futuro solo con el supuesto conocimiento de civilizaciones antiguas. Y como sería fabuloso, entonces abundan quienes están muy prestos a creérselo, y no solo a creérselo, sino a predicarlo como si fuese una verdad y a tomar acciones para prevenir el inminente final.
Y ya que estamos en esto y habiendo ya establecido cuán lindo es el creerse algo fabuloso e improbable, pensemos qué es aquello que se presenta por lo general como lo más fabuloso que hay. Digamos que el universo y todo lo que conocemos fue creado por un ser de infinito poder, infinita inteligencia e infinita bondad. Y también imaginemos que dicho ser nos tiene en cuenta a cada uno de nosotros y nos ama como si fuésemos sus hijos. ¿No es eso acaso lo más fabuloso que uno pueda imaginarse? No es pues de extrañar que haya tantos dispuestos a creerse tal cosa. Pero como con el caso del águila y de las predicciones del 2012, no es que nos lo creamos porque tenemos prueba de ello, sino simplemente porque nos gusta sentitrnos especiales.
A final de cuentas, como dijo Sagan (citando a Marcello Truzzi), “Una afirmación extraordinaria requiere pruebas extraordinarias.” Si hubiesen salido a la luz más pruebas del caso del águila, sí habría podido creerlo. Si los Mayas fuesen una civilización extraordinaria aun en estos días, con varios casos en que habrían podido predecir eventos futuros, bien podría haber pensado que su calendario es relevante. Y si existiese alguna prueba de que un dios (cualquier dios) existe, que no sea el mero desconocimiento de cómo funciona el mundo, yo sería el primero en admitirlo. Pero eso aún no pasa. Y como van las cosas, es bien, bien improbable que pase. Tan improbable que es prácticamente imposible.
El video fue compartido no solo en muros de Facebook, sino también en crédulos portales de noticias. Luego de un rápido auge, descubrimos que el video era falso, pues había sido hecho por tres estudiantes de animación en 3D. Huelga decir que lo más probable es que hayan aprobado su curso con buenas notas.
Fuera del éxito técnico, no deja de llamarme la atención la rapidez con que muchos se aprestaron a dar crédito a una ocurrencia tan insólita como el que un ave trate de llevarse un niño. No pretendo decir que fueron gente crédula y sin mayor conocimiento, pero sí que se pudo tomar el asunto con un poco de escepticismo. Y es que, al ser algo poco común que un ave de rapiña se lleve a un niño frente a tanta gente no es algo que suceda regularmente.
Aunque si le pasó a Sandra Bullock...
Pienso que parte del problema es que a la gente le gusta sentirse especial. Nos gusta sentirnos especiales y cuando algo muy increíble sucede estamos muy prestos a creerlo y aceptarlo como verdad. La posibilidad de que un águila quiera llevarse a un niño justo frente a una cámara de video es realmente muy poca, y los documentales de la BBC pueden considerarse con suerte cuando un animal que vienen observando hace algo fuera de su rutina. Nos gusta pensar que no somos del montón, que somos especiales y que cosas increíbles nos pueden suceder.
Este principio tiende a aplicarse a las películas, donde gracias a una inusual serie de eventos afortunados, el protagonista llega a salir victorioso. Tomemos por ejemplo 2012. En ella, John Cusack tiene la "suerte" de encontrarse con un conspiranoico que tiene razón en cuanto al gobierno encubriendo el cataclismo que se acerca, tiene la suerte de tener una limosina a su disposición, tiene la suerte de encontrar el mapa del conspiranoico para llegar a las arcas que salvarán a sus pasajeros, tiene la suerte de encontrar un avión disponible, tiene la suerte de que el novio de su ex mujer sepa conducir un avión (aunque solo haya tomado un par de lecciones), tiene la suerte de que su jefe tenga un avión más grande a su disposición con piloto y todo, tiene la suerte de caer cerca de donde pasan los soldados que llevan a los pasajeros a las arcas, tiene la suerte de encontrarse con alguien que lo lleve gratuitamente a las arcas al no disponer de un boleto y finalmente tiene la suerte de llegar a estas e incluso, de comportarse como un héroe y no morir en el intento. Pero eso es Hoollywood pues, donde lo increíble se hace creíble.
El mismo razonamiento se aplica a la payasada del fin del mundo. A mucha gente le gusta creer que le ser humano puede conocer los misterios del universo y el futuro que nos los presentará. A muchos les encanta pensar que somos una especie de criatura especial alrededor de la cual gira el universo y por lo cual tenemos el poder de entenderlo y utilizar tal entendimiento para nuestro beneficio, no gracias a nuestros estudios e investigaciones, sino gracias a la cualidad inherente de que somos especiales.
El asunto del fin del mundo este 21 de diciembre del 2012 fue iniciado por el calendario Maya que supuestamente “acaba” o “se reinicia” (dependiendo a quién le preguntemos) en dicha fecha. Y no faltaron quienes empezaron a armar todo un imperio de especulaciones apocalípticas en torno al supuesto fin. Sin embargo, eso solo sucede gracias a que hay mucha gente con unas ganas tremendas de creer que hay algo místico y divino que una cultura antigua pudo entender y que hoy ya no podemos.
Así como con el caso del águila, en que sería fabuloso el poder haber presenciado un evento tan inusual, en este caso sería fabuloso el que podamos saber lo que nos depara el futuro solo con el supuesto conocimiento de civilizaciones antiguas. Y como sería fabuloso, entonces abundan quienes están muy prestos a creérselo, y no solo a creérselo, sino a predicarlo como si fuese una verdad y a tomar acciones para prevenir el inminente final.
Y ya que estamos en esto y habiendo ya establecido cuán lindo es el creerse algo fabuloso e improbable, pensemos qué es aquello que se presenta por lo general como lo más fabuloso que hay. Digamos que el universo y todo lo que conocemos fue creado por un ser de infinito poder, infinita inteligencia e infinita bondad. Y también imaginemos que dicho ser nos tiene en cuenta a cada uno de nosotros y nos ama como si fuésemos sus hijos. ¿No es eso acaso lo más fabuloso que uno pueda imaginarse? No es pues de extrañar que haya tantos dispuestos a creerse tal cosa. Pero como con el caso del águila y de las predicciones del 2012, no es que nos lo creamos porque tenemos prueba de ello, sino simplemente porque nos gusta sentitrnos especiales.
A final de cuentas, como dijo Sagan (citando a Marcello Truzzi), “Una afirmación extraordinaria requiere pruebas extraordinarias.” Si hubiesen salido a la luz más pruebas del caso del águila, sí habría podido creerlo. Si los Mayas fuesen una civilización extraordinaria aun en estos días, con varios casos en que habrían podido predecir eventos futuros, bien podría haber pensado que su calendario es relevante. Y si existiese alguna prueba de que un dios (cualquier dios) existe, que no sea el mero desconocimiento de cómo funciona el mundo, yo sería el primero en admitirlo. Pero eso aún no pasa. Y como van las cosas, es bien, bien improbable que pase. Tan improbable que es prácticamente imposible.
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Thursday, December 13, 2012
El dios de los semáforos
Una de las cosas más frustrantes que uno experimenta al conducir es el aproximarse a un semáforo en verde en una intersección donde no está pasando ningún auto, pero cuando uno llega, el semáforo decide cambiar a ámbar para poder estar en rojo cuando uno trate de atravesar la calle perpendicular. He de admitir que, en contra de toda precaución, en más de una ocasión he pisado el acelerador y pasado segundos antes de que el semáforo marque rojo.
Lamentablemente mi auto no es así
Cuando esto sucede, no he podido evitar el preguntarme, “¿Por qué esto siempre me pasa a mí?” con la sensación de que hay alguien observándome con su mejor trollface, esperando a que esté a punto de pasar para cambiar la luz de verde a ámbar, sabiendo incluso cuándo es que estoy más apurado.
Obviamente, entiendo lo ridículo de dicha idea. Sé que los semáforos no funcionan así, que no hay nadie observándome ni mucho menos tratando de fastidiarme. También sé que esto no pasa solo cuando estoy apurado. Y sé que muchas veces, cuando estoy apurado, el semáforo ha estado de mi parte y me ha dejado llegar a tiempo.
Como dice el dicho, “Shit happens”, así como también nos suceden cosas buenas. Y todo eso depende de las situaciones en que estamos envueltos. Muchas veces dependerán de nuestras propias decisiones. Otras veces se deberán a simples golpes del azar, así como la familia cuya casa es destruida por el tornado, mientras que la del vecino se encuentra intacta.
Tal vez es natural pensar que lo que nos sucede, bueno o malo, sea consecuencia de algo, especialmente de nuestros actos. Quizás esperamos que así sea, para poder tener la garantía o el consuelo de que aquello bueno que hicimos en algún momento sea recompensado, así como que aquellos que hagan mal sean castigados. Es una bonita idea, pero no pasa de ser eso, una idea. El semáforo no cambia dependiendo de lo que hice esa mañana, o el día anterior, o la semana anterior, o el mes anterior. No hay ningún juez allá arriba jalando los hilos de lo que sucede a nuestro alrededor. No somos Truman en un show dirigido por alguien para probar incesantemente nuestra reacción ante distintas situaciones. Somos simples productos del azar
La idea de que no haya un propósito a lo que nos sucede, que no todo “sucede por algo” (en serio, cómo detesto esa frase) puede ser espantosa para mucha gente. Y es que es fácil el sentirse una herramienta para un propósito más grande, establecido por alguien más grande que nosotros, omnisapiente, omnipresente y que nos ama incondicionalmente. Es bonito pensar que nunca faltará un papá que administre justicia, un hermano mayor que siempre nos ayude, o una madre que nos ame sin importar lo que hagamos. Pero no porque algo sea bonito tiene que ser cierto. No todo tiene una explicación que obedece un propósito. A veces tan solo el semáforo cambia porque pasamos por esa intersección en ese preciso minuto y segundo.. Pretender que el universo gira a nuestro alrededor no es más que simple arrogancia.
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Tuesday, December 11, 2012
Los ateos y la ira
Hace unos meses tuve una conversación con un antiguo hermano del colegio donde estudié. La conversación giró en torno a su encuentro con mi blog y la sorpresa de que haya pasado a ser, de un adolescente muy creyente, al ateo que soy ahora. Entre todas las cosas que nos dijimos (discrepando, pero siempre de una forma cortés) recuerdo que me hizo ver que en mis respuestas se leía bastante enojo. No pude sino responderle que dada la situación del mundo me era imposible no sentir amargura y quedarme de brazos cruzados.
Recordé tal incidente debido a haberme encontrado con el artículo de Greta Cristina, “Atheists and anger” traducido al español, aunque firmado por alguien más (asumo que fue quien lo tradujo). El artículo retrata bastante bien el porqué quienes no creemos en la religión ni la vemos como una guía útil para la sociedad tenemos tal aire de negatividad, por no decir que mostramos enojo. Ver todo el abuso que se comete y la ignorancia que se fomenta, aunado con pasividad y reverencia que las creencias inspiran hace que tanto la indignación como la ira, plenamente justificadas, pienso, afloren.
El artículo se centra obviamente en las situaciones dentro de Estados Unidos, dado que la autora es de ese país. Sin embargo, creo que sin importar de dónde seamos se pueden encontrar casos similares y hasta más indignantes que los mencionados.
En fin, el artículo es largo, pero vale la pena leerlo. Mas bien, si pueden, lean el artículo original, que tiene imágenes y no contiene las inexactitudes de la traducción.
Quiero hablar de los ateos y la ira.
Este ha sido un artículo difícil de escribir y puede ser también difícil de leer. No voy a ser tan amable ni mi carácter tan apacible como por lo general soy en este blog. Esta nota es acerca de la ira y, por una vez, me iré al demonio y soltaré mi enojo.
Pero pienso que es importante. Una de las críticas más comunes a la comunidad atea que recientemente ha empezado a hacerse oír es "¿Por qué tienen que estar tan enojados?". Por eso quiero hablar de lo siguiente:
Por qué los ateos estamos enojados;
Por qué nuestro enojo es válido, valioso y necesario; y
Por qué se pone completamente jodido tratar de sacar nuestra ira de adentro.
Entonces, empecemos con "por qué estamos enfadados". O, mejor dicho —porque este es mí blog y yo no pretendo hablar en nombre de todos los ateos— "por qué estoy enojada".
Estoy enojada porque, de acuerdo a una encuesta reciente de Gallup, sólo el 45 por ciento de los estadounidenses votaría a un ateo para presidente.
Me enoja, además, que las convenciones ateas tengan que tener una mayor seguridad, incluyendo detectores de metales manuales y registros de bolsos, a causa de fetuas y amenazas de muerte.
Estoy enojada porque los soldados ateos —en las Fuerzas Armadas de los EE.UU.— fueron presionados para participar en ceremonias de oración, mientras que las reuniones de ateos han sido interrumpidas por oficiales superiores apegados al cristianismo, en directa violación de la Primera Enmienda. Estoy furiosa porque a los grupos cristianos evangélicos se les está dando acceso exclusivo para hacer proselitismo en las bases militares —una vez más en las fuerzas armadas de Estados Unidos, de nuevo en violación directa de la Primera Enmienda [de la Constitución Estadounidense]. Me enoja que los soldados ateos que se quejan de esto estén siendo acosados y hasta reciban amenazas de muerte de los soldados cristianos y oficiales superiores —una vez más, en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Y estoy enfadada porque los cristianos siguen, petulantes, santurrones, diciendo cosas como "no hay ateos en las trincheras". ¿Sabes por qué no ves ateos en las trincheras? Porque los creyentes están amenazando con dispararles si se muestran.
Estoy enojada porque el 41º Presidente de los Estados Unidos, George Herbert Walker Bush, dijo recientemente: "No, yo no sé si los ateos deberían ser considerados ciudadanos, tampoco deberían ser considerados patriotas. Esta es una nación amparada por Dios". Mi Presidente. No, yo no voté por él; pero él era, igualmente, mi Presidente y, aún así, seguía diciendo que mi falta de creencia religiosa hace que no deba ser considerada como una ciudadana.
Estoy enojada porque hubo que esperar hasta 1961 para que a los ateos se les garantizara el derecho a servir en jurados, testificar en la corte u ocupar cargos públicos en todos los estados del país.
Enojada porque casi la mitad de los estadounidenses creen en el creacionismo. Y no en un creacionismo en su sentido amplio: "Dios tuvo algo que ver con la evolución", sino en un creacionismo estricto de la Tierra Joven, que afirma que Dios creó al hombre más o menos en su forma actual en algún momento de los últimos 10.000 años.
Y respecto de ese tema: estoy molesta porque los consejos escolares en todo el país aún siguen —82 años después del juicio de Scopes— teniendo que gastar tiempo, dinero y recursos en la lucha para que la evolución se enseñe en las escuelas. Los consejos escolares no están exactamente repletos de tiempo, dinero y recursos, entonces cualquier tiempo, dinero y recursos que se gasten en la lucha contra esta estúpida pelea es tiempo, dinero y recursos que no se está gastando, como sabemos, en la enseñanza.
Enojada porque las mujeres se están muriendo de SIDA en África y América del Sur porque la Iglesia Católica las ha convencido de que el uso de preservativos hace llorar al niño Jesús.
Me enoja que las mujeres estén teniendo abortos sépticos —o se vean obligadas a tener hijos no deseados, que resienten y maltratan— porque las organizaciones religiosas han conseguido aprobar leyes que hacen del aborto algo ilegal o inaccesible.
Estoy enojada por lo que le sucedió a Galileo. Todavía. Y porque la Iglesia Católica tardó hasta 1992 para pedir disculpas por ello.
Me enojo cuando los columnistas-consejeros les dicen a quienes les escriben consultándolos que hablen con su sacerdote, ministro o rabino... cuando no hay absolutamente ningún requerimiento legal que obligue a un líder religioso a algún tipo de capacitación en orientación o terapia.
Y me enfado cuando los líderes religiosos ofrecen orientación y asesoramiento a las personas con problemas —consejos sexuales, consejos de relaciones, consejos sobre la depresión y el estrés, etc. — sin basarse en ninguna evidencia acerca de lo que realmente funciona y lo que no funciona en el cerebro y la vida de la gente, pero sí sobre la base de lo que su doctrina religiosa les dice que Dios quiere para nosotros.
Me enojan los predicadores que les dicen a las mujeres de su grey que se sometan a sus maridos porque es la voluntad de Dios, aún cuando sus parejas las golpean hasta casi matarlas.
Me enfada que tantos creyentes traten la oración como una especie de lista de compras cósmica de Dios. Estoy furiosa porque los creyentes oran para ganar eventos deportivos, las manos de póquer, concursos de belleza y mucho más. Como si fueran el centro del universo, como si a Dios le importara una mierda quién gane los últimos cuatro de algún campeonato universitario... y como si los otros equipos, jugadores o participantes no estuvieran rezando igual de fuerte.
Estoy especialmente molesto por los creyentes que utilizan la oración como una lista de compras cósmica cuando se trata de la salud y la enfermedad. Estoy furiosa porque esta creencia lleva a la repugnante conclusión de que Dios deliberadamente enferma a la gente, por lo que van a rezarle para mejorarse. Y estoy enfadado porque impone esta creencia en los niños enfermos y moribundos -en esencia, enseñándoles que, si no mejoran, es culpa de ellos. Que no rezaron lo suficiente, que no oraron correctamente, o sólo que Dios no los ama lo suficiente.
Y me enojo cuando otros creyentes insisten en que la lista de compras cósmica no es lo que la religión y la oración realmente se tratan, que su propia teología sofisticada es la verdadera comprensión de Dios. Me enojo cuando los creyentes insisten en que la lista de compras es un hombre de paja, una forma anticuada de la religión y la oración que nadie toma en serio, y en que es absurdo que los ateos la critiquemos.
Me enfurezco cuando los creyentes usan terribles tragedias, empapadas de dolor, ya sea como oportunidades de cantar sus propias alabanzas y hablar de lo maravillosos que son su Dios y su religión... o como oportunidades para atacar y demonizar a los ateos y el secularismo.
Me enojo con la maestra de Escuela Dominical que le dijo al dibujante de cómics Craig Thompson que él no podría dibujar en el cielo. Y estoy enojada porque se lo dijo con la más absoluta convicción de autoridad... cuando en realidad no tenía ninguna base para esa afirmación. ¿Cómo diablos sabía ella cómo era el cielo? ¿Cómo podía saber que podía cantar en el cielo, pero dibujar no? ¿Y por qué diablos le diría algo que acallara y desdeñara a un niño con talento?
Enojada porque la Madre Teresa tomó su sufrimiento personal y la desesperación en su fe perdida en Dios, y lo convirtió en una obsesión que la llevó a tratar el sufrimiento como un hermoso regalo de Cristo a la humanidad, una ofrenda preciosa de la humanidad a Dios, y una parte necesaria de la salvación espiritual. Y estoy enfadado porque, aparentemente, esta obsesión la llevó a ofrecer atención médica y alivio del dolor grotescamente inadecuados en sus hospitales y hospicios, en esencia, transformando su crisis personal de fe en millones de personas desesperadamente pobres y desvalidas.
Estoy enojada con el administrador de la Iglesia Presbiteriana local que le dijo a su hija adolescente que en realidad no cree en Dios o la religión, pero que era importante para mantener su trabajo, porque sin religión no existiría la moral en el mundo.
Me enfurece que tantos padres y líderes religiosos aterroricen a los niños —que (a) tienen cerebros que están preprogramados para confiar en los adultos y creen lo que les dicen; y (b) interpretan todo literalmente— con vívidas y traumatizantes historias de fuego eterno y tortura para asegurarse de que van a estar demasiado asustados hasta para cuestionar la religión.
Y me enojo más aún cuando los líderes religiosos de forma explícita dicen a los niños —y adultos, para el caso— que el propio cuestionamiento de la religión y la existencia del averno es un pecado terrible, que les garantizará terminar en el infierno.
Enojada porque la religión enseña a los niños que odien y teman a sus cuerpos y su sexualidad. Y estoy especialmente enfadada porque a las niñas la religión les enseña a odiar y temer su femineidad, y porque a los niños homosexuales la religión les enseña a odiar y temer su homosexualidad.
Estoy enojada por la niña musulmana en la escuela pública —con docentes pagos por impuestos de los contribuyentes— a quien le dijeron que las rayas rojas en bastones de dulces de Navidad representan la sangre de Cristo, que tenía que creer y ser salvada por Jesucristo, o estaría condenada al infierno; y que, si no lo hacía, no había lugar para ella en su salón de clases. Y estoy enfadada porque le dijo que no volviera a su clase cuando no se convirtió.
Enojada —furiosa— por los sacerdotes que abusan sexualmente de los niños y les dicen que es la voluntad de Dios. Estoy enfurecida con la Iglesia Católica que, consciente y deliberadamente, en repetidas ocasiones, durante años, actuó para proteger a los sacerdotes que abusaban de niños y, consciente y deliberadamente actuó para mantenerlo en secreto, poniendo la reputación de la Iglesia como una prioridad mayor que, mierda, el que no se abuse de los niños. Y estoy furiosa porque la Iglesia está tratando de argumentar en la corte, que la protección de los niños que abusan de los sacerdotes de la persecución, y el traslado de los sacerdotes de una diócesis a fin de que puedan abusar de los niños en una comunidad nueva que todavía no sospecha ellos, es una forma constitucionalmente protegida de la expresión de la libertad religiosa.
Estoy enojada por el 11-S.
Y furiosa porque Jerry Falwell culpó del 11-S a paganos, abortistas, feministas, gays y lesbianas, la ACLU, y a People For the American Way. Estoy furiosa por la teología de una iracunda venganza de Dios contra los paganos y exigente abortistas mediante el envío de los musulmanes radicales para hacer estallar un edificio lleno de secretarios y banqueros de inversión... esto era una teología en manos de un poderoso, ampliamente respetado líder religioso con millones de seguidores.
Me enfureció que, cuando mi papá tuvo un derrame cerebral y entró en un hogar de ancianos, el personal le preguntara a mi hermano: "¿Es bautista o católico?" Y yo no estoy sólo enfadada en nombre de mi padre ateo. Estoy enojada en nombre de todos los judíos, todos los budistas, todos los musulmanes, todos los neo-paganos, a cuyas familias casi seguro les han hecho la misma pregunta. Esa pregunta es una falta de respeto enorme, no sólo al ateísmo de mi padre, sino a todos aquellos alojados en la residencia de ancianos que no fueran bautistas o católicos.
Enojada por los abuelos de Ingrid. Estoy furiosa porque su fundamentalismo ha sido una fuente tan grande de conflictos e infelicidad en su familia, que los enajenó drásticamente de sus hijos y nietos. Estoy furiosa porque trataron de meterle esas ideas por la fuerza a Ingrid, hasta el punto de que ella todavía está traumatizada por ello. Y estoy enfadado porque su religión, que no debería hacer otra cosa que confortarlos en su vejez, era en cambio una fuente de angustia y desesperación... porque sabían que sus hijos y nietos, todos iban a ser quemados y torturados siempre en el infierno, y ¿cómo podría ser el cielo cielo si sus hijos y nietos estaban siendo quemados y torturados eternamente en el infierno?
Me enoja que Ingrid y yo no podamos casarnos legalmente en este país —o que reconozcan la legalidad de nuestro matrimonio contraído en otro país— en gran parte porque los líderes religiosos se oponen a eso. Y me enfada que los líderes religiosos y políticos hayan descubierto que pueden ganar puntos explotando grandes temores de la gente acerca de la sexualidad en un mundo cambiante, avivando las llamas de esos temores... y dando a la gente una excusa religiosa para que sus temores estén justificados.
Enojada porque grandes franjas de la política pública en este país (no sólo en el matrimonio del mismo sexo, sino también en la investigación con células madre, el aborto y la educación sexual en las escuelas) no se basan en la evidencia de cuáles de ellas funcionan y cuáles no, y lo que es o no verdad sobre el mundo, sino en los textos religiosos escritos cientos o miles de años atrás, y en sus sentimientos personales acerca de cómo esos textos deben ser interpretados, sin evidencia alguna, ni concepto claro de por qué se necesita alguna prueba.
Me enojo cuando los creyentes proclaman que todo lo bueno que se haya hecho en nombre de la religión es una razón por la que la religión es una fuerza para el bien... y luego, cuando se la confronta con los males terribles cometidos en su nombre, dicen que esos males no se hicieron por motivos religiosos sino por la política de la avaricia o el miedo o lo que sea, que se habría hecho de todos modos incluso sin la religión, y que no debería contarse como fallo de la religión. (Por supuesto, para ser justos, también me enojo cuando los ateos hacen lo contrario: apuntarse todo el mal hecho en nombre de la religión como un punto negro en el registro religioso, pero insistir en que las cosas buenas que se hicieron por otras razones se habrían hecho de todos modos, etc. Ninguna de las partes tiene derecho a afirmar ambas cosas.)
Enojado con los creyentes que ponen calcomanías en sus vehículos con un pez de la fe comiéndose un pez Darwin... y que piensan que es ingenioso, que piensan que la fe religiosa realmente debería triunfar sobre la ciencia y la evidencia. Estoy enojada con los creyentes que tienen tan poco respeto por el mundo físico que su Dios supuestamente creó, que se sienten perfectamente satisfechos de ignorar montañas de pruebas físicas que se acumulan alrededor de ellos sobre el mundo real, muy contentos de ver ese mundo como algo menos real y verdadero que sus opiniones personales acerca de Dios.
(Nota:. La letanía de agravios específicos va ahora por más de la mitad. El análisis de por qué la ira es necesaria y valiosa se aproxima. Lo prometo.)
Me enoja cuando los líderes religiosos usan de manera oportunista la religión, la confianza de la gente y la fe en la religión, para robar, engañar, mentir, manipular el proceso político, tomar ventaja sexual de sus seguidores, y en general se comportarse como la escoria de la Tierra. Me enojo cuando ocurre una y otra y otra vez. Y me enojo cuando la gente ve que esto sucede y aún dicen que el ateísmo es malo porque, sin la religión, la gente no tendría base para la moral o la ética, y no habría razón para dejar de hacer solamente lo que quisieran.
Me enojo cuando los creyentes argumentan contra el ateísmo —y acusan a los ateos— sin haberse tomado la molestia de hablar con los ateos o leer cualquier escrito con esa inclinación. Me enojo cuando se sacan a relucir el viejo "El ateísmo es una filosofía nihilista, sin alegría ni sentido a la vida y no hay base para la moralidad y la ética" cuando, si pasaran diez minutos en la blogosfera atea, descubrirían que los ateos experimentan gran alegría, ven el sentido en sus vidas y están intensamente preocupados por bien y el mal.
Me enoja que los creyentes usen la frase "ateo fundamentalista" aparentemente sin saber lo que la palabra "fundamentalista" significa. Llaman a las personas tercos, testarudos, sarcásticos, intolerantes, incluso. Pero a menos que se pueda señalar el texto al que estos "fundamentalistas" ateos, se apegan literal y estrictamente, sin cuestionárselo, por favor, cierre la puta boca y no diga que somos fundamentalistas.
Me enfurece que los creyentes religiosos basen su filosofía de vida en lo que es, como mucho, una corazonada; cuando ignoran, rechazan o racionalizan cualquier evidencia que contradice la intuición o la ponen en tela de juicio... y luego acusan a los ateos de ser de mente cerrada, haciendo caso omiso de la verdad evidente.
Y me enfada que los creyentes glorifiquen a la fe religiosa, sin pruebas, como una virtud positiva, un rasgo de carácter que hace a la gente buena y noble...y entonces continúen acusando a los ateos de ser de mente cerrada, haciendo caso omiso de la verdad evidente.
Me enojo cuando los creyentes dicen que se puede conocer la verdad —la verdad más grande de todas acerca de la naturaleza del universo, es decir, la fuente de toda existencia— con sólo sentarse en silencio escuchando a su corazón...y luego acusan a los ateos de ser arrogantes. (Esto no es sólo arrogante hacia los ateos y los naturalistas tampoco. Es arrogante hacia personas de otras religiones que se han sentado tan tranquilamente, escuchando a su corazón con sinceridad en igual medida, y llegaron a conclusiones totalmente opuestas acerca de Dios, el alma y el universo.)
Y me enfado cuando los creyentes dicen que la enormidad inimaginable de todo el universo fue hecho sólo y específicamente para la raza humana —cuando los ateos, por el contrario, decimos que la humanidad es un punto microscópico en un punto microscópico, un parpadeo infinitesimal en la inmensidad de tiempo y espacio - y una vez más, los creyentes acusan a los ateos de ser arrogantes.
Me enfurezco cuando los creyentes dicen cosas como: "Sí, por supuesto, la mente humana no es perfecta, vemos lo que esperamos ver, vemos las caras y los patrones y la intención, cuando no estan necesariamente allí... pero eso no podría pasarme a mí. Los patrones que veo en mi vida... de ningún modo pueden ser coincidencia o confirmación del prejuicio. Definitivamente estoy viendo la mano de Dios". (Y luego, una vez más, esos mismos creyentes nos acusan de ser de mente cerrada y ver sólo lo que queremos ver.)
Me enojo cuando los creyentes tratan las lagunas de la ciencia y el conocimiento científico como si fuera una prueba de la existencia de Dios. Me enfado cuando, aún luego de una seguidilla de miles de años de explicaciones sobrenaturales consistentemente reemplazadas en varias ocasiones con argumentos naturales, los creyentes todavía piensan que los fenómenos sin explicación única pueden ser mejor explicados por Dios. Y estoy enfadado porque, cada vez que un vacío en nuestro conocimiento no se llenan, los creyentes tampoco tratan de suprimirlo (véase más arriba: evolución en las escuelas), o bien decir: "Bueno, esa parte del mundo no es lo sobrenatural pero, ¿qué pasa con esta brecha por aquí? ¿Puede usted explicarlo, señor científico sabihondo? ¡No puede! ¡Debe ser Dios! "
Me da bronca cuando los creyentes dicen al principio de un argumento que su creencia se basa en la razón y la evidencia, y al final del argumento de decir cosas como, "Ese es el camino para mí", o "lo siento en mi corazón", como si eso fuera un factor decisivo. Quiero decir, ¿no podrían haber dicho eso al inicio de la discusión, y derrochar mi maldito tiempo? Mi tiempo es valioso y limitado cada vez más, y tengo cosas mejores que hacer con él que debatir con personas que fingen preocuparse por la evidencia y la razón, pero en última instancia, no lo hacen.
Me enojo porque yo tengo que saber acerca de su religión de mierda más de lo que ellos saben. Me enojo cuando los creyentes dicen cosas acerca de los principios y los textos de su religión que son rotundamente falsas, y yo tengo que corregirlos.
Me enfurezco cuando los creyentes tratan cualquier crítica a su religión —es decir, señalar que su religión es una hipótesis y una filosofía sobre el mundo, y pedir que se defienda sola en el mercado de las ideas— como insultante e intolerante. Me enojo cuando los creyentes nos acusan de ser intolerantes por decir cosas como: "No estoy de acuerdo contigo", "Creo que te equivocas en eso", "Eso no tiene ningún sentido", "Yo creo que esa posición es moralmente indefendible", y "¿Qué pruebas tiene usted para apoyar eso?".
Y sobre este punto: Me enojo cuando los cristianos en los Estados Unidos —miembros del grupo religioso más poderoso e influyente en el país, en el país más rico y poderoso en el mundo—, se comportan como las víctimas asediadas, como si fueran de nuevo mártires lanzados a los leones, cada vez que alguien los critica o no se salen con la suya.
Me enfurezco cuando los creyentes responden a todos o algunos de estos delitos, diciendo: "Bueno, esa no es la verdadera fe. Odiar a los gays/rechazar la ciencia/sofocar las preguntas y la disidencia... eso no es la verdadera fe. Las personas que hacen eso no son verdaderos cristianos/judíos/musulmanes/hindúes/etc.)". Como si tuvieran una maldita línea con Dios. Como si tuvieran alguna razón para pensar que saben a ciencia cierta lo que Dios quiere, y que los miles de millones de otras personas que no están de acuerdo con ellos están obviamente equivocados. (Además, soy atea. El argumento "no están profesando bien la religión" no va conmigo. No creo que ninguno de ustedes tenga la razón. Para mí, es todo algo que la gente simplemente inventó.)
Sobre este tema: Me enojo cuando los creyentes religiosos insisten en que su interpretación de su religión y su texto religioso es la correcta, y que los creyentes con una interpretación en sentido contrario claramente se equivocan. Me enojo cuando los creyentes insisten en que las partes sobre el rápido retorno de Jesús y todas las oraciones están contestadas son, obviamente, no literales... pero las partes acerca del infierno y la condenación, y de que el sexo gay es una abominación, eso sí es real. Y me enfado cuando los creyentes insisten en que las partes acerca del infierno, la condena eterna y el sexo gay como abominación no deben interpretarse literalmente, pero mantienen que las partes sobre el cuidado de los pobres son realmente lo que Dios quería. ¿Cómo diablos saben en qué partes de la Biblia/Torah/Corán/Bhagavad-Gita Dios habla literalmente y en qué partes no? Y si no saben, si están simplemente basándose en sus propios instintos morales y sus propias percepciones del mundo, entonces ¿en qué se basan para creer que Dios y sus textos sagrados tienen algo que ver con eso? ¿Qué derecho tienen a actuar como si su opinión fuera la misma que la de Dios y él los respaldara totalmente?
Y me enfado cuando los creyentes actúan como si estas ofensas no fueran importantes, porque "no todos los creyentes actúan de esa manera. Yo no actúo de esa manera." Como si tuviera alguna puta importancia. Ese es el modo habitual de conducirse de la religión en nuestro mundo, y me enfurece oír a los creyentes tratando de minimizarlo porque no es lo que les pasa a ellos. Es como una persona blanca en respuesta a un afro-americano que describa su experiencia del racismo, diciendo: "Pero yo no soy un racista". Si usted no es un racista, entonces ¿puede callarse la puta boca durante diez segundos y escuchar lo que dicen los negros? Y si usted no es intolerante con los ateos y simpatiza con nosotros, entonces, ¿puede callarse durante diez segundos y dejarnos contarle cómo es el mundo para nosotros, sin estar a la defensiva argumentando que no es su culpa? ¿Cuándo esta conversación internacional sobre el ateísmo y la opresión religiosa empezó a ser sobre usted y sus sentimientos heridos?
Pero quizás sobre todo, me enfado —un enfado ruidoso, desarticulado, que me acelera el pulso— cuando los creyentes nos reprochan a los ateos estar tan enojados. "¿Por qué tienes que estar tan enojada todo el tiempo?", "Toda esa ira está tan fuera de lugar", "Si el ateísmo es tan grande, entonces ¿por qué hay tantos de ustedes tan enojados?".
Lo que me lleva a la otra parte de esta pequeña perorata: ¿Por qué la ira atea no sólo es válida, sino también valiosa y necesaria?
En realidad hay una respuesta simple y directa a esta pregunta:
Porque la ira siempre es necesaria.
Porque la ira ha impulsado a todo gran movimiento para el cambio social en este país, y probablemente en el mundo. El movimiento obrero, los movimientos por los derechos civiles, por el sufragio femenino, el feminismo moderno, el orgullo gay, los pacifistas de los años sesenta y los de hoy, el que sea...todos ellos han tenido, como una importante fuerza motriz, una gran cantidad de ira. La ira por la injusticia, la ira por el maltrato y la brutalidad, la ira por la impotencia.
Quiero decir, ¿por qué otra maldita cosa podría molestarse la gente en sustentar los movimientos sociales? Son difíciles. Llevan tiempo, consumen energía, a veces implican grave riesgo de vida e integridad física, de la comunidad y de la carrera. Nadie se molestaría una mierda si no estuvieran furiosos por algo.
Entonces, cuando le dices a un ateo (o, para el caso, una mujer, un gay, una persona de color o lo que sea) que no esté tan enojado estás, en esencia, diciéndonos que nos quitemos poder. Nos estás pidiendo que bajemos una de las herramientas más poderosas de que tenemos a nuestra disposición. Nos estás pidiendo descartar una herramienta de la que ningún movimiento de cambio social ha sido capaz de prescindir. ¿Nos estás pidiendo que seamos ser corteses y diplomáticos, cuando la historia demuestra que la diplomacia cortés en un movimiento de cambio social trabaja mucho, mucho mejor cuando está unido a la ira apasionada. En una batalla entre David y Goliat, le estamos diciendo a David que deje su honda y sólo...no sé, que roa a Goliat en los tobillos o algo así.
Voy a reconocer que la ira es una herramienta difícil en un movimiento social. Incluso peligrosa. Puede hacer que la gente actúe precipitadamente, puede hacer más difícil pensar con claridad, puede hacer que la gente trate a sus potenciales aliados como enemigos. En el peor de los casos, puede incluso conducir a la violencia. La ira es válida, es valiosa, es necesaria...pero también puede fallar, y mal.
Pero a menos que en realidad estemos poniendo en peligro o dañando a alguien, no les corresponde a los creyentes decir a los ateos cuando deben o no utilizar la ira. No corresponde a los creyentes decir a los ateos que vamos demasiado lejos con ella y que tenemos que calmarnos. Algo más que le toca a los blancos decir a los negros, o los hombres para decir a las mujeres, o héteros que decírselo a los homosexuales. Cuando viene de un creyente, no ayuda. Es condescendiente. Se presenta como un nuevo intento para debilitarnos y callarnos. Y sólo va a enojarnos más.
Y cuando los creyentes dicen a los ateos apasionados, enojados, que el extremismo nunca es correcto y la verdad por lo general se encuentra en algún punto intermedio, están cometiendo un gran error, muy grande. No sólo porque logran que queramos escupirles la cara. Están cometiendo un error porque están simplemente equivocados. Lean este artículo de Daylight Atheism, sobre la falacia del justo medio. Lean las citas del movimiento abolicionista, el movimiento de derechos civiles, el movimiento anti-guerra, la revolución americana. Y entonces vengan a decirme que la posición moderada es habitualmente la más adecuada.
¿Y saben qué más? Creo que tenemos que tener una puta perspectiva acerca de este negocio de la ira. Quiero decir, veo el Cristianismo organizado de este país —no sólo la derecha religiosa, sino también algunas iglesias más "moderadas"— interfiriendo con los esfuerzos de prevención del SIDA, tratando de meter su teología en las escuelas públicas, tratando activamente de evitar que Ingrid y yo consiguiéramos casarnos legalmente, y tirando de toda la otra mierda de la que hablé en este artículo.
Y veo a los ateos a veces, siendo mezquinos y sarcásticos en blogs, libros y revistas.
Y pienso, por favor, ¿podemos tener alguna puta perspectiva?
Porque lo otro que me enoja es el hecho de que, en este texto, he tocado —quizá— una centésima parte de todo lo que me irrita de la religión. Este artículo apenas roza la superficie. Sé, casi sin duda, que cinco minutos luego de clickear en "Publicar" y colgar esto en mi blog, van a ocurrírseme seis cosas diferentes que habría deseado poner aquí. Podría escribir un libro entero sobre todo lo que me jode de la religión —otros ya lo han hecho— y aún así no terminaría.
¿Realmente mirás esta mierda de la que hablo, una historia milenaria del abuso y la injusticia, la ignorancia voluntaria y el engaño —comparado con los ateos que son sarcásticos en internet desde hace un par de años— y ves a los dos como algo equivalente? O, peor aún, ¿ves el sarcasmo ateo como el mayor problema?
Si lo ves así, entonces, con todo respeto, podés chupármela.
Ahora puedes continuar con la programación de tus intentos de cortesía.
Y es que quién no ha puesto una expresión similar ante tanto disparate?
Recordé tal incidente debido a haberme encontrado con el artículo de Greta Cristina, “Atheists and anger” traducido al español, aunque firmado por alguien más (asumo que fue quien lo tradujo). El artículo retrata bastante bien el porqué quienes no creemos en la religión ni la vemos como una guía útil para la sociedad tenemos tal aire de negatividad, por no decir que mostramos enojo. Ver todo el abuso que se comete y la ignorancia que se fomenta, aunado con pasividad y reverencia que las creencias inspiran hace que tanto la indignación como la ira, plenamente justificadas, pienso, afloren.
El artículo se centra obviamente en las situaciones dentro de Estados Unidos, dado que la autora es de ese país. Sin embargo, creo que sin importar de dónde seamos se pueden encontrar casos similares y hasta más indignantes que los mencionados.
En fin, el artículo es largo, pero vale la pena leerlo. Mas bien, si pueden, lean el artículo original, que tiene imágenes y no contiene las inexactitudes de la traducción.
Los ateos y la ira
(Atheists and anger)Quiero hablar de los ateos y la ira.
Este ha sido un artículo difícil de escribir y puede ser también difícil de leer. No voy a ser tan amable ni mi carácter tan apacible como por lo general soy en este blog. Esta nota es acerca de la ira y, por una vez, me iré al demonio y soltaré mi enojo.
Pero pienso que es importante. Una de las críticas más comunes a la comunidad atea que recientemente ha empezado a hacerse oír es "¿Por qué tienen que estar tan enojados?". Por eso quiero hablar de lo siguiente:
Por qué los ateos estamos enojados;
Por qué nuestro enojo es válido, valioso y necesario; y
Por qué se pone completamente jodido tratar de sacar nuestra ira de adentro.
Entonces, empecemos con "por qué estamos enfadados". O, mejor dicho —porque este es mí blog y yo no pretendo hablar en nombre de todos los ateos— "por qué estoy enojada".
Estoy enojada porque, de acuerdo a una encuesta reciente de Gallup, sólo el 45 por ciento de los estadounidenses votaría a un ateo para presidente.
Me enoja, además, que las convenciones ateas tengan que tener una mayor seguridad, incluyendo detectores de metales manuales y registros de bolsos, a causa de fetuas y amenazas de muerte.
Estoy enojada porque los soldados ateos —en las Fuerzas Armadas de los EE.UU.— fueron presionados para participar en ceremonias de oración, mientras que las reuniones de ateos han sido interrumpidas por oficiales superiores apegados al cristianismo, en directa violación de la Primera Enmienda. Estoy furiosa porque a los grupos cristianos evangélicos se les está dando acceso exclusivo para hacer proselitismo en las bases militares —una vez más en las fuerzas armadas de Estados Unidos, de nuevo en violación directa de la Primera Enmienda [de la Constitución Estadounidense]. Me enoja que los soldados ateos que se quejan de esto estén siendo acosados y hasta reciban amenazas de muerte de los soldados cristianos y oficiales superiores —una vez más, en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Y estoy enfadada porque los cristianos siguen, petulantes, santurrones, diciendo cosas como "no hay ateos en las trincheras". ¿Sabes por qué no ves ateos en las trincheras? Porque los creyentes están amenazando con dispararles si se muestran.
Estoy enojada porque el 41º Presidente de los Estados Unidos, George Herbert Walker Bush, dijo recientemente: "No, yo no sé si los ateos deberían ser considerados ciudadanos, tampoco deberían ser considerados patriotas. Esta es una nación amparada por Dios". Mi Presidente. No, yo no voté por él; pero él era, igualmente, mi Presidente y, aún así, seguía diciendo que mi falta de creencia religiosa hace que no deba ser considerada como una ciudadana.
Estoy enojada porque hubo que esperar hasta 1961 para que a los ateos se les garantizara el derecho a servir en jurados, testificar en la corte u ocupar cargos públicos en todos los estados del país.
Enojada porque casi la mitad de los estadounidenses creen en el creacionismo. Y no en un creacionismo en su sentido amplio: "Dios tuvo algo que ver con la evolución", sino en un creacionismo estricto de la Tierra Joven, que afirma que Dios creó al hombre más o menos en su forma actual en algún momento de los últimos 10.000 años.
Y respecto de ese tema: estoy molesta porque los consejos escolares en todo el país aún siguen —82 años después del juicio de Scopes— teniendo que gastar tiempo, dinero y recursos en la lucha para que la evolución se enseñe en las escuelas. Los consejos escolares no están exactamente repletos de tiempo, dinero y recursos, entonces cualquier tiempo, dinero y recursos que se gasten en la lucha contra esta estúpida pelea es tiempo, dinero y recursos que no se está gastando, como sabemos, en la enseñanza.
Enojada porque las mujeres se están muriendo de SIDA en África y América del Sur porque la Iglesia Católica las ha convencido de que el uso de preservativos hace llorar al niño Jesús.
Me enoja que las mujeres estén teniendo abortos sépticos —o se vean obligadas a tener hijos no deseados, que resienten y maltratan— porque las organizaciones religiosas han conseguido aprobar leyes que hacen del aborto algo ilegal o inaccesible.
Estoy enojada por lo que le sucedió a Galileo. Todavía. Y porque la Iglesia Católica tardó hasta 1992 para pedir disculpas por ello.
Me enojo cuando los columnistas-consejeros les dicen a quienes les escriben consultándolos que hablen con su sacerdote, ministro o rabino... cuando no hay absolutamente ningún requerimiento legal que obligue a un líder religioso a algún tipo de capacitación en orientación o terapia.
Y me enfado cuando los líderes religiosos ofrecen orientación y asesoramiento a las personas con problemas —consejos sexuales, consejos de relaciones, consejos sobre la depresión y el estrés, etc. — sin basarse en ninguna evidencia acerca de lo que realmente funciona y lo que no funciona en el cerebro y la vida de la gente, pero sí sobre la base de lo que su doctrina religiosa les dice que Dios quiere para nosotros.
Me enojan los predicadores que les dicen a las mujeres de su grey que se sometan a sus maridos porque es la voluntad de Dios, aún cuando sus parejas las golpean hasta casi matarlas.
Me enfada que tantos creyentes traten la oración como una especie de lista de compras cósmica de Dios. Estoy furiosa porque los creyentes oran para ganar eventos deportivos, las manos de póquer, concursos de belleza y mucho más. Como si fueran el centro del universo, como si a Dios le importara una mierda quién gane los últimos cuatro de algún campeonato universitario... y como si los otros equipos, jugadores o participantes no estuvieran rezando igual de fuerte.
Estoy especialmente molesto por los creyentes que utilizan la oración como una lista de compras cósmica cuando se trata de la salud y la enfermedad. Estoy furiosa porque esta creencia lleva a la repugnante conclusión de que Dios deliberadamente enferma a la gente, por lo que van a rezarle para mejorarse. Y estoy enfadado porque impone esta creencia en los niños enfermos y moribundos -en esencia, enseñándoles que, si no mejoran, es culpa de ellos. Que no rezaron lo suficiente, que no oraron correctamente, o sólo que Dios no los ama lo suficiente.
Y me enojo cuando otros creyentes insisten en que la lista de compras cósmica no es lo que la religión y la oración realmente se tratan, que su propia teología sofisticada es la verdadera comprensión de Dios. Me enojo cuando los creyentes insisten en que la lista de compras es un hombre de paja, una forma anticuada de la religión y la oración que nadie toma en serio, y en que es absurdo que los ateos la critiquemos.
Me enfurezco cuando los creyentes usan terribles tragedias, empapadas de dolor, ya sea como oportunidades de cantar sus propias alabanzas y hablar de lo maravillosos que son su Dios y su religión... o como oportunidades para atacar y demonizar a los ateos y el secularismo.
Me enojo con la maestra de Escuela Dominical que le dijo al dibujante de cómics Craig Thompson que él no podría dibujar en el cielo. Y estoy enojada porque se lo dijo con la más absoluta convicción de autoridad... cuando en realidad no tenía ninguna base para esa afirmación. ¿Cómo diablos sabía ella cómo era el cielo? ¿Cómo podía saber que podía cantar en el cielo, pero dibujar no? ¿Y por qué diablos le diría algo que acallara y desdeñara a un niño con talento?
Enojada porque la Madre Teresa tomó su sufrimiento personal y la desesperación en su fe perdida en Dios, y lo convirtió en una obsesión que la llevó a tratar el sufrimiento como un hermoso regalo de Cristo a la humanidad, una ofrenda preciosa de la humanidad a Dios, y una parte necesaria de la salvación espiritual. Y estoy enfadado porque, aparentemente, esta obsesión la llevó a ofrecer atención médica y alivio del dolor grotescamente inadecuados en sus hospitales y hospicios, en esencia, transformando su crisis personal de fe en millones de personas desesperadamente pobres y desvalidas.
Estoy enojada con el administrador de la Iglesia Presbiteriana local que le dijo a su hija adolescente que en realidad no cree en Dios o la religión, pero que era importante para mantener su trabajo, porque sin religión no existiría la moral en el mundo.
Me enfurece que tantos padres y líderes religiosos aterroricen a los niños —que (a) tienen cerebros que están preprogramados para confiar en los adultos y creen lo que les dicen; y (b) interpretan todo literalmente— con vívidas y traumatizantes historias de fuego eterno y tortura para asegurarse de que van a estar demasiado asustados hasta para cuestionar la religión.
Y me enojo más aún cuando los líderes religiosos de forma explícita dicen a los niños —y adultos, para el caso— que el propio cuestionamiento de la religión y la existencia del averno es un pecado terrible, que les garantizará terminar en el infierno.
Enojada porque la religión enseña a los niños que odien y teman a sus cuerpos y su sexualidad. Y estoy especialmente enfadada porque a las niñas la religión les enseña a odiar y temer su femineidad, y porque a los niños homosexuales la religión les enseña a odiar y temer su homosexualidad.
Estoy enojada por la niña musulmana en la escuela pública —con docentes pagos por impuestos de los contribuyentes— a quien le dijeron que las rayas rojas en bastones de dulces de Navidad representan la sangre de Cristo, que tenía que creer y ser salvada por Jesucristo, o estaría condenada al infierno; y que, si no lo hacía, no había lugar para ella en su salón de clases. Y estoy enfadada porque le dijo que no volviera a su clase cuando no se convirtió.
Enojada —furiosa— por los sacerdotes que abusan sexualmente de los niños y les dicen que es la voluntad de Dios. Estoy enfurecida con la Iglesia Católica que, consciente y deliberadamente, en repetidas ocasiones, durante años, actuó para proteger a los sacerdotes que abusaban de niños y, consciente y deliberadamente actuó para mantenerlo en secreto, poniendo la reputación de la Iglesia como una prioridad mayor que, mierda, el que no se abuse de los niños. Y estoy furiosa porque la Iglesia está tratando de argumentar en la corte, que la protección de los niños que abusan de los sacerdotes de la persecución, y el traslado de los sacerdotes de una diócesis a fin de que puedan abusar de los niños en una comunidad nueva que todavía no sospecha ellos, es una forma constitucionalmente protegida de la expresión de la libertad religiosa.
Estoy enojada por el 11-S.
Y furiosa porque Jerry Falwell culpó del 11-S a paganos, abortistas, feministas, gays y lesbianas, la ACLU, y a People For the American Way. Estoy furiosa por la teología de una iracunda venganza de Dios contra los paganos y exigente abortistas mediante el envío de los musulmanes radicales para hacer estallar un edificio lleno de secretarios y banqueros de inversión... esto era una teología en manos de un poderoso, ampliamente respetado líder religioso con millones de seguidores.
Me enfureció que, cuando mi papá tuvo un derrame cerebral y entró en un hogar de ancianos, el personal le preguntara a mi hermano: "¿Es bautista o católico?" Y yo no estoy sólo enfadada en nombre de mi padre ateo. Estoy enojada en nombre de todos los judíos, todos los budistas, todos los musulmanes, todos los neo-paganos, a cuyas familias casi seguro les han hecho la misma pregunta. Esa pregunta es una falta de respeto enorme, no sólo al ateísmo de mi padre, sino a todos aquellos alojados en la residencia de ancianos que no fueran bautistas o católicos.
Enojada por los abuelos de Ingrid. Estoy furiosa porque su fundamentalismo ha sido una fuente tan grande de conflictos e infelicidad en su familia, que los enajenó drásticamente de sus hijos y nietos. Estoy furiosa porque trataron de meterle esas ideas por la fuerza a Ingrid, hasta el punto de que ella todavía está traumatizada por ello. Y estoy enfadado porque su religión, que no debería hacer otra cosa que confortarlos en su vejez, era en cambio una fuente de angustia y desesperación... porque sabían que sus hijos y nietos, todos iban a ser quemados y torturados siempre en el infierno, y ¿cómo podría ser el cielo cielo si sus hijos y nietos estaban siendo quemados y torturados eternamente en el infierno?
Me enoja que Ingrid y yo no podamos casarnos legalmente en este país —o que reconozcan la legalidad de nuestro matrimonio contraído en otro país— en gran parte porque los líderes religiosos se oponen a eso. Y me enfada que los líderes religiosos y políticos hayan descubierto que pueden ganar puntos explotando grandes temores de la gente acerca de la sexualidad en un mundo cambiante, avivando las llamas de esos temores... y dando a la gente una excusa religiosa para que sus temores estén justificados.
Enojada porque grandes franjas de la política pública en este país (no sólo en el matrimonio del mismo sexo, sino también en la investigación con células madre, el aborto y la educación sexual en las escuelas) no se basan en la evidencia de cuáles de ellas funcionan y cuáles no, y lo que es o no verdad sobre el mundo, sino en los textos religiosos escritos cientos o miles de años atrás, y en sus sentimientos personales acerca de cómo esos textos deben ser interpretados, sin evidencia alguna, ni concepto claro de por qué se necesita alguna prueba.
Me enojo cuando los creyentes proclaman que todo lo bueno que se haya hecho en nombre de la religión es una razón por la que la religión es una fuerza para el bien... y luego, cuando se la confronta con los males terribles cometidos en su nombre, dicen que esos males no se hicieron por motivos religiosos sino por la política de la avaricia o el miedo o lo que sea, que se habría hecho de todos modos incluso sin la religión, y que no debería contarse como fallo de la religión. (Por supuesto, para ser justos, también me enojo cuando los ateos hacen lo contrario: apuntarse todo el mal hecho en nombre de la religión como un punto negro en el registro religioso, pero insistir en que las cosas buenas que se hicieron por otras razones se habrían hecho de todos modos, etc. Ninguna de las partes tiene derecho a afirmar ambas cosas.)
Enojado con los creyentes que ponen calcomanías en sus vehículos con un pez de la fe comiéndose un pez Darwin... y que piensan que es ingenioso, que piensan que la fe religiosa realmente debería triunfar sobre la ciencia y la evidencia. Estoy enojada con los creyentes que tienen tan poco respeto por el mundo físico que su Dios supuestamente creó, que se sienten perfectamente satisfechos de ignorar montañas de pruebas físicas que se acumulan alrededor de ellos sobre el mundo real, muy contentos de ver ese mundo como algo menos real y verdadero que sus opiniones personales acerca de Dios.
(Nota:. La letanía de agravios específicos va ahora por más de la mitad. El análisis de por qué la ira es necesaria y valiosa se aproxima. Lo prometo.)
Me enoja cuando los líderes religiosos usan de manera oportunista la religión, la confianza de la gente y la fe en la religión, para robar, engañar, mentir, manipular el proceso político, tomar ventaja sexual de sus seguidores, y en general se comportarse como la escoria de la Tierra. Me enojo cuando ocurre una y otra y otra vez. Y me enojo cuando la gente ve que esto sucede y aún dicen que el ateísmo es malo porque, sin la religión, la gente no tendría base para la moral o la ética, y no habría razón para dejar de hacer solamente lo que quisieran.
Me enojo cuando los creyentes argumentan contra el ateísmo —y acusan a los ateos— sin haberse tomado la molestia de hablar con los ateos o leer cualquier escrito con esa inclinación. Me enojo cuando se sacan a relucir el viejo "El ateísmo es una filosofía nihilista, sin alegría ni sentido a la vida y no hay base para la moralidad y la ética" cuando, si pasaran diez minutos en la blogosfera atea, descubrirían que los ateos experimentan gran alegría, ven el sentido en sus vidas y están intensamente preocupados por bien y el mal.
Me enoja que los creyentes usen la frase "ateo fundamentalista" aparentemente sin saber lo que la palabra "fundamentalista" significa. Llaman a las personas tercos, testarudos, sarcásticos, intolerantes, incluso. Pero a menos que se pueda señalar el texto al que estos "fundamentalistas" ateos, se apegan literal y estrictamente, sin cuestionárselo, por favor, cierre la puta boca y no diga que somos fundamentalistas.
Me enfurece que los creyentes religiosos basen su filosofía de vida en lo que es, como mucho, una corazonada; cuando ignoran, rechazan o racionalizan cualquier evidencia que contradice la intuición o la ponen en tela de juicio... y luego acusan a los ateos de ser de mente cerrada, haciendo caso omiso de la verdad evidente.
Y me enfada que los creyentes glorifiquen a la fe religiosa, sin pruebas, como una virtud positiva, un rasgo de carácter que hace a la gente buena y noble...y entonces continúen acusando a los ateos de ser de mente cerrada, haciendo caso omiso de la verdad evidente.
Me enojo cuando los creyentes dicen que se puede conocer la verdad —la verdad más grande de todas acerca de la naturaleza del universo, es decir, la fuente de toda existencia— con sólo sentarse en silencio escuchando a su corazón...y luego acusan a los ateos de ser arrogantes. (Esto no es sólo arrogante hacia los ateos y los naturalistas tampoco. Es arrogante hacia personas de otras religiones que se han sentado tan tranquilamente, escuchando a su corazón con sinceridad en igual medida, y llegaron a conclusiones totalmente opuestas acerca de Dios, el alma y el universo.)
Y me enfado cuando los creyentes dicen que la enormidad inimaginable de todo el universo fue hecho sólo y específicamente para la raza humana —cuando los ateos, por el contrario, decimos que la humanidad es un punto microscópico en un punto microscópico, un parpadeo infinitesimal en la inmensidad de tiempo y espacio - y una vez más, los creyentes acusan a los ateos de ser arrogantes.
Me enfurezco cuando los creyentes dicen cosas como: "Sí, por supuesto, la mente humana no es perfecta, vemos lo que esperamos ver, vemos las caras y los patrones y la intención, cuando no estan necesariamente allí... pero eso no podría pasarme a mí. Los patrones que veo en mi vida... de ningún modo pueden ser coincidencia o confirmación del prejuicio. Definitivamente estoy viendo la mano de Dios". (Y luego, una vez más, esos mismos creyentes nos acusan de ser de mente cerrada y ver sólo lo que queremos ver.)
Me enojo cuando los creyentes tratan las lagunas de la ciencia y el conocimiento científico como si fuera una prueba de la existencia de Dios. Me enfado cuando, aún luego de una seguidilla de miles de años de explicaciones sobrenaturales consistentemente reemplazadas en varias ocasiones con argumentos naturales, los creyentes todavía piensan que los fenómenos sin explicación única pueden ser mejor explicados por Dios. Y estoy enfadado porque, cada vez que un vacío en nuestro conocimiento no se llenan, los creyentes tampoco tratan de suprimirlo (véase más arriba: evolución en las escuelas), o bien decir: "Bueno, esa parte del mundo no es lo sobrenatural pero, ¿qué pasa con esta brecha por aquí? ¿Puede usted explicarlo, señor científico sabihondo? ¡No puede! ¡Debe ser Dios! "
Me da bronca cuando los creyentes dicen al principio de un argumento que su creencia se basa en la razón y la evidencia, y al final del argumento de decir cosas como, "Ese es el camino para mí", o "lo siento en mi corazón", como si eso fuera un factor decisivo. Quiero decir, ¿no podrían haber dicho eso al inicio de la discusión, y derrochar mi maldito tiempo? Mi tiempo es valioso y limitado cada vez más, y tengo cosas mejores que hacer con él que debatir con personas que fingen preocuparse por la evidencia y la razón, pero en última instancia, no lo hacen.
Me enojo porque yo tengo que saber acerca de su religión de mierda más de lo que ellos saben. Me enojo cuando los creyentes dicen cosas acerca de los principios y los textos de su religión que son rotundamente falsas, y yo tengo que corregirlos.
Me enfurezco cuando los creyentes tratan cualquier crítica a su religión —es decir, señalar que su religión es una hipótesis y una filosofía sobre el mundo, y pedir que se defienda sola en el mercado de las ideas— como insultante e intolerante. Me enojo cuando los creyentes nos acusan de ser intolerantes por decir cosas como: "No estoy de acuerdo contigo", "Creo que te equivocas en eso", "Eso no tiene ningún sentido", "Yo creo que esa posición es moralmente indefendible", y "¿Qué pruebas tiene usted para apoyar eso?".
Y sobre este punto: Me enojo cuando los cristianos en los Estados Unidos —miembros del grupo religioso más poderoso e influyente en el país, en el país más rico y poderoso en el mundo—, se comportan como las víctimas asediadas, como si fueran de nuevo mártires lanzados a los leones, cada vez que alguien los critica o no se salen con la suya.
Me enfurezco cuando los creyentes responden a todos o algunos de estos delitos, diciendo: "Bueno, esa no es la verdadera fe. Odiar a los gays/rechazar la ciencia/sofocar las preguntas y la disidencia... eso no es la verdadera fe. Las personas que hacen eso no son verdaderos cristianos/judíos/musulmanes/hindúes/etc.)". Como si tuvieran una maldita línea con Dios. Como si tuvieran alguna razón para pensar que saben a ciencia cierta lo que Dios quiere, y que los miles de millones de otras personas que no están de acuerdo con ellos están obviamente equivocados. (Además, soy atea. El argumento "no están profesando bien la religión" no va conmigo. No creo que ninguno de ustedes tenga la razón. Para mí, es todo algo que la gente simplemente inventó.)
Sobre este tema: Me enojo cuando los creyentes religiosos insisten en que su interpretación de su religión y su texto religioso es la correcta, y que los creyentes con una interpretación en sentido contrario claramente se equivocan. Me enojo cuando los creyentes insisten en que las partes sobre el rápido retorno de Jesús y todas las oraciones están contestadas son, obviamente, no literales... pero las partes acerca del infierno y la condenación, y de que el sexo gay es una abominación, eso sí es real. Y me enfado cuando los creyentes insisten en que las partes acerca del infierno, la condena eterna y el sexo gay como abominación no deben interpretarse literalmente, pero mantienen que las partes sobre el cuidado de los pobres son realmente lo que Dios quería. ¿Cómo diablos saben en qué partes de la Biblia/Torah/Corán/Bhagavad-Gita Dios habla literalmente y en qué partes no? Y si no saben, si están simplemente basándose en sus propios instintos morales y sus propias percepciones del mundo, entonces ¿en qué se basan para creer que Dios y sus textos sagrados tienen algo que ver con eso? ¿Qué derecho tienen a actuar como si su opinión fuera la misma que la de Dios y él los respaldara totalmente?
Y me enfado cuando los creyentes actúan como si estas ofensas no fueran importantes, porque "no todos los creyentes actúan de esa manera. Yo no actúo de esa manera." Como si tuviera alguna puta importancia. Ese es el modo habitual de conducirse de la religión en nuestro mundo, y me enfurece oír a los creyentes tratando de minimizarlo porque no es lo que les pasa a ellos. Es como una persona blanca en respuesta a un afro-americano que describa su experiencia del racismo, diciendo: "Pero yo no soy un racista". Si usted no es un racista, entonces ¿puede callarse la puta boca durante diez segundos y escuchar lo que dicen los negros? Y si usted no es intolerante con los ateos y simpatiza con nosotros, entonces, ¿puede callarse durante diez segundos y dejarnos contarle cómo es el mundo para nosotros, sin estar a la defensiva argumentando que no es su culpa? ¿Cuándo esta conversación internacional sobre el ateísmo y la opresión religiosa empezó a ser sobre usted y sus sentimientos heridos?
Pero quizás sobre todo, me enfado —un enfado ruidoso, desarticulado, que me acelera el pulso— cuando los creyentes nos reprochan a los ateos estar tan enojados. "¿Por qué tienes que estar tan enojada todo el tiempo?", "Toda esa ira está tan fuera de lugar", "Si el ateísmo es tan grande, entonces ¿por qué hay tantos de ustedes tan enojados?".
Lo que me lleva a la otra parte de esta pequeña perorata: ¿Por qué la ira atea no sólo es válida, sino también valiosa y necesaria?
En realidad hay una respuesta simple y directa a esta pregunta:
Porque la ira siempre es necesaria.
Porque la ira ha impulsado a todo gran movimiento para el cambio social en este país, y probablemente en el mundo. El movimiento obrero, los movimientos por los derechos civiles, por el sufragio femenino, el feminismo moderno, el orgullo gay, los pacifistas de los años sesenta y los de hoy, el que sea...todos ellos han tenido, como una importante fuerza motriz, una gran cantidad de ira. La ira por la injusticia, la ira por el maltrato y la brutalidad, la ira por la impotencia.
Quiero decir, ¿por qué otra maldita cosa podría molestarse la gente en sustentar los movimientos sociales? Son difíciles. Llevan tiempo, consumen energía, a veces implican grave riesgo de vida e integridad física, de la comunidad y de la carrera. Nadie se molestaría una mierda si no estuvieran furiosos por algo.
Entonces, cuando le dices a un ateo (o, para el caso, una mujer, un gay, una persona de color o lo que sea) que no esté tan enojado estás, en esencia, diciéndonos que nos quitemos poder. Nos estás pidiendo que bajemos una de las herramientas más poderosas de que tenemos a nuestra disposición. Nos estás pidiendo descartar una herramienta de la que ningún movimiento de cambio social ha sido capaz de prescindir. ¿Nos estás pidiendo que seamos ser corteses y diplomáticos, cuando la historia demuestra que la diplomacia cortés en un movimiento de cambio social trabaja mucho, mucho mejor cuando está unido a la ira apasionada. En una batalla entre David y Goliat, le estamos diciendo a David que deje su honda y sólo...no sé, que roa a Goliat en los tobillos o algo así.
Voy a reconocer que la ira es una herramienta difícil en un movimiento social. Incluso peligrosa. Puede hacer que la gente actúe precipitadamente, puede hacer más difícil pensar con claridad, puede hacer que la gente trate a sus potenciales aliados como enemigos. En el peor de los casos, puede incluso conducir a la violencia. La ira es válida, es valiosa, es necesaria...pero también puede fallar, y mal.
Pero a menos que en realidad estemos poniendo en peligro o dañando a alguien, no les corresponde a los creyentes decir a los ateos cuando deben o no utilizar la ira. No corresponde a los creyentes decir a los ateos que vamos demasiado lejos con ella y que tenemos que calmarnos. Algo más que le toca a los blancos decir a los negros, o los hombres para decir a las mujeres, o héteros que decírselo a los homosexuales. Cuando viene de un creyente, no ayuda. Es condescendiente. Se presenta como un nuevo intento para debilitarnos y callarnos. Y sólo va a enojarnos más.
Y cuando los creyentes dicen a los ateos apasionados, enojados, que el extremismo nunca es correcto y la verdad por lo general se encuentra en algún punto intermedio, están cometiendo un gran error, muy grande. No sólo porque logran que queramos escupirles la cara. Están cometiendo un error porque están simplemente equivocados. Lean este artículo de Daylight Atheism, sobre la falacia del justo medio. Lean las citas del movimiento abolicionista, el movimiento de derechos civiles, el movimiento anti-guerra, la revolución americana. Y entonces vengan a decirme que la posición moderada es habitualmente la más adecuada.
¿Y saben qué más? Creo que tenemos que tener una puta perspectiva acerca de este negocio de la ira. Quiero decir, veo el Cristianismo organizado de este país —no sólo la derecha religiosa, sino también algunas iglesias más "moderadas"— interfiriendo con los esfuerzos de prevención del SIDA, tratando de meter su teología en las escuelas públicas, tratando activamente de evitar que Ingrid y yo consiguiéramos casarnos legalmente, y tirando de toda la otra mierda de la que hablé en este artículo.
Y veo a los ateos a veces, siendo mezquinos y sarcásticos en blogs, libros y revistas.
Y pienso, por favor, ¿podemos tener alguna puta perspectiva?
Porque lo otro que me enoja es el hecho de que, en este texto, he tocado —quizá— una centésima parte de todo lo que me irrita de la religión. Este artículo apenas roza la superficie. Sé, casi sin duda, que cinco minutos luego de clickear en "Publicar" y colgar esto en mi blog, van a ocurrírseme seis cosas diferentes que habría deseado poner aquí. Podría escribir un libro entero sobre todo lo que me jode de la religión —otros ya lo han hecho— y aún así no terminaría.
¿Realmente mirás esta mierda de la que hablo, una historia milenaria del abuso y la injusticia, la ignorancia voluntaria y el engaño —comparado con los ateos que son sarcásticos en internet desde hace un par de años— y ves a los dos como algo equivalente? O, peor aún, ¿ves el sarcasmo ateo como el mayor problema?
Si lo ves así, entonces, con todo respeto, podés chupármela.
Ahora puedes continuar con la programación de tus intentos de cortesía.
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Friday, October 12, 2012
Ubicando conquistas
Recuerdo que cuando estaba en primaria se nos enseñó sobre la conquista de América como algo heorico y muy digno de recordarse y de celebrar. Gracias a los españoles hoy en día teníamos el idioma español y la religión católica (como si eso fuera algo bueno). Y esa idea perduró por cierto tiempo, supongo que no solo en mí sino que en muchos, hastq que poco a poco se llegó a tomar conciencia de que la conquista de América no fue la grandiosa empresa de un grupo de valientes exploradores y soldados que se nos solía pintar. Hubo grupos que sufrieron la desaparición de sus costumbres y como resultado obtuvimos lo que somos ahora. Con este razonamiento en la mano hoy en día no faltan los indignados que ubican la conquista como uno de los mayores genocidios de la historia.
Porque esas civilizaciones nunca pelearon entre ellas ni conquistaron a otras, ¿no?
El problema con este tipo de pensamiento es que asume automáticamente que blancos malos, marrones buenos, como si el territorio que hoy denominamos Latinoamérica hubiese sido un paraíso terrenal donde todos vivían felices y agarraditos de la mano, donde ninguna cultura conquistó ni cometió asesinatos en masa por motivos étnicos.
Es así que tiende a olvidarse la conquista de los Chimus a manos de los Incas. O de los Chankas que le quitaban la piel a sus prisioneros de guerra cuando aún estaban vivos. O de la guerra civil entre los herederos de Huayna Capac, Huascar y Atahualpa que dejó al imperio vulnerable ante la llegada de los españoles. Nos olvidamos de que un puñado de españoles necesitó la ayuda de otros grupos que aparentemente no estaban contentos con la forma en que los Incas los trataban.
También tendemos a olvidar las prácticas religiosas que llevaban al sacrificio humano. Solemos criticar lo involucrada que estuvo la iglesia católica en el proceso de conquista, pero si es así, también habremos de recordar que la religión en la América prehispánica no era precisamente un dechado de virtudes.
La momia Juanita, adolescente inca sacrificada a los dioses.
Murió a causa de un golpe en la cabeza que le partió el cráneo,
causando una hemorragia masiva y llenándolo con sangre
Con todo esto no pretendo justificar la conquista de América como algo bueno o grandioso. Fue un proceso sangriento y cruel en el cual las civilizaciones que ya estaban aquí llevaron la peor parte. Pero no fue la única conquista que hubo en el continente americano. Fue una más de las tantas, quizás las más longeva y la más conocida, pero los pueblos que sufrieron antes de su llegada también tuvieron el mismo resultado de aquellos subyugados por los españoles, la desaparición de su civilización a manos de otros.
Es por esto que si vamos a deplorar la conquista de América, es necesario ubicarla entre las otras que también ocurrieron. Por muy políticamente incorrecto que sea sugerir que los blancos no son los únicos malos del cuento, y los marrones no son los buenos salvajes en quienes a tantos les gusta creer.
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Sunday, September 30, 2012
De blasfemias y blasfemias: Dibujando con brocha gorda y pincel de pelo de marta
Con los disturbios originados por las reacciones al video de la supuesta película sobre Mohammed, el Día de la Blasfemia cae en una fecha bastante apropiada. Si bien ya he dicho un par de cosas al respecto, no creo que esté de más intentar dejar en claro las cosas.
Pienso que todos podemos estar de acuerdo en que la edición del trailer, hecho con la sola intención de fastidiar a los musulmanes, es algo hasta cierto punto criticable. Lo burdo del video y la falta de reflexión sobre las razones que nos impulsan a criticar el Islam lo hacen una burda e infantil expresión de ideas. Pero ideas, al fin y al cabo, y como tales, no merecen mayor respeto y pueden ser contrarrestadas con otras ideas de una forma clara, civilizada y razonable.
Como pudimos ver, no fue así como se reaccionó. Y ese es efecto de las creencias que se envuelven en un aura de respeto y que exigen que todo el mundo se incline ante ésta. Si bien puede sonar facilista el criticar a los musulmanes en general, metiéndolos a todos en un mismo saco, lo cierto es que todos comparten ese aprecio al Islam, sin importar cuan irracional pueda ser, o cuánta violencia pueda generar. Los moderados, convenientemente, eligen ignorar los detalles sangrientos y apegarse a lo bonito de sus creencias, volteándole la cara a los problemas que origina el libro que adoran y siguen. Sería un miope ignorar el (políticamente incorrecto) elefante en el cuarto, pero cuando tenemos 25,000 adherentes de un fe haciendo cosas como éstas...
Se puede decir que 25,000 personas no representan a toda una fe, pero el solo hecho de que haya 25,000 personas dispuestas a reaccionar como animales nos demuestra lo poco censurable que es tal reacción dentro de la sociedad en la que se desenvuelve. Y cuando hay alguien dispuesto a criticar tal idiosincrasia, indicando, como el niño del cuento, la desnudez del rey, se le censura, llegando al extremo de penalizar tal expresión. Tal vez una crítica o un insulto burdo puedan ser percibidos como ofensivos, pero si la mayor parte de gente que se adhiere a dicha fe no está dispuesta a evaluar y criticar las actitudes a las que cómodamente les vuelven la cara, entonces se merecen ser expuestos a tales críticas, por más burdas que sean.
Lo cual nos lleva de vuelta al tema de la blasfemia. Es por esto que es necesario el dejar en claro que, si pretendemos mejorar a través de la identificación de nuestras faltas, es necesario incluir las creencias de muchos dentro del grupo a escrutinar. Y si no les gusta, pueden hacer algo como lo que hizo Bill Donohue, presidente de la Liga Católica estadounidense, ante el cuadro de "Piss Christ:", que representa un Jesús crucificado sumergido en orina. Donohue puso un muñeco de Obama en un tarro con falso excremento.
El Piss-Christ no me parece la gran cosa. Sin embargo, inflamó los ánimos de fervorosos creyentes. Donohue reaccionó en su acostumbrada puerilidad haciendo algo sin mayor sentido. Pero su reacción, así sea infantil, queda en el ámbito de las ideas y representaciones. Y es que, por más irracional que Donohue o el resto de borregos católicos ofendidos sean, pueden reaccionar mínimamente como gente.
En conclusión, una blasfemia puede ser producto de una crítica justa y ordenada ante la actitud de un grupo religioso cuyos dogmas no soportan el ser expuestos a la realidad y, por tanto, terminan siendo ridiculizados. También puede ser blasfemia el pueril chillido de "mecagoendios!" exclamado con las meras ganas de simplemente decir algo. Una blasfemia puede ser una imagen que caricaturiza un aspecto específico de una religión que afecta negativamente al resto de la sociedad. También puede serlo el "meme" o la imagen editada simplemente para arrancar risas fáciles. Pero todas estas blasfemias quedan en el campo de las ideas. Dibujar a Mahoma con palitos podrá ser una provocación, pero reaccionar como un animal, o querer evitar que se haga tal dibujo es una reacción desmedida. Pretender prohibir tales expresiones por ser blasfemias, usando el estandarte del respeto a queridas ideas que no se sostienen por sí mismas no hará más que originar más críticas, definitivamente, muy merecidas.
El burro por delante
Pienso que todos podemos estar de acuerdo en que la edición del trailer, hecho con la sola intención de fastidiar a los musulmanes, es algo hasta cierto punto criticable. Lo burdo del video y la falta de reflexión sobre las razones que nos impulsan a criticar el Islam lo hacen una burda e infantil expresión de ideas. Pero ideas, al fin y al cabo, y como tales, no merecen mayor respeto y pueden ser contrarrestadas con otras ideas de una forma clara, civilizada y razonable.
Como pudimos ver, no fue así como se reaccionó. Y ese es efecto de las creencias que se envuelven en un aura de respeto y que exigen que todo el mundo se incline ante ésta. Si bien puede sonar facilista el criticar a los musulmanes en general, metiéndolos a todos en un mismo saco, lo cierto es que todos comparten ese aprecio al Islam, sin importar cuan irracional pueda ser, o cuánta violencia pueda generar. Los moderados, convenientemente, eligen ignorar los detalles sangrientos y apegarse a lo bonito de sus creencias, volteándole la cara a los problemas que origina el libro que adoran y siguen. Sería un miope ignorar el (políticamente incorrecto) elefante en el cuarto, pero cuando tenemos 25,000 adherentes de un fe haciendo cosas como éstas...
25,000 manifestantes musulmanes queman templos budistas y casas en Bangladesh
Decenas de miles de manifestantes dejaron un camino de destrucción al quemar templos budistas y casas cerca del pueblo de Ramu. La violencia fue originada por una foto en Facebook que supuestamente insultaba al Islam.
Una turba de uno 25,000 manifestantes incendió al menos cinco templos y decenas de casas en el pueblo y en las villas adyacentes. luego de ver la imagen que, según dijeron, fue posteada por Uttam Barua un budista local, dijo AFP.
El grupo coreaba "Dios es grande" a medida que quemaba los templos.
Se puede decir que 25,000 personas no representan a toda una fe, pero el solo hecho de que haya 25,000 personas dispuestas a reaccionar como animales nos demuestra lo poco censurable que es tal reacción dentro de la sociedad en la que se desenvuelve. Y cuando hay alguien dispuesto a criticar tal idiosincrasia, indicando, como el niño del cuento, la desnudez del rey, se le censura, llegando al extremo de penalizar tal expresión. Tal vez una crítica o un insulto burdo puedan ser percibidos como ofensivos, pero si la mayor parte de gente que se adhiere a dicha fe no está dispuesta a evaluar y criticar las actitudes a las que cómodamente les vuelven la cara, entonces se merecen ser expuestos a tales críticas, por más burdas que sean.
Lo cual nos lleva de vuelta al tema de la blasfemia. Es por esto que es necesario el dejar en claro que, si pretendemos mejorar a través de la identificación de nuestras faltas, es necesario incluir las creencias de muchos dentro del grupo a escrutinar. Y si no les gusta, pueden hacer algo como lo que hizo Bill Donohue, presidente de la Liga Católica estadounidense, ante el cuadro de "Piss Christ:", que representa un Jesús crucificado sumergido en orina. Donohue puso un muñeco de Obama en un tarro con falso excremento.
Un acto muy católico
El Piss-Christ no me parece la gran cosa. Sin embargo, inflamó los ánimos de fervorosos creyentes. Donohue reaccionó en su acostumbrada puerilidad haciendo algo sin mayor sentido. Pero su reacción, así sea infantil, queda en el ámbito de las ideas y representaciones. Y es que, por más irracional que Donohue o el resto de borregos católicos ofendidos sean, pueden reaccionar mínimamente como gente.
En conclusión, una blasfemia puede ser producto de una crítica justa y ordenada ante la actitud de un grupo religioso cuyos dogmas no soportan el ser expuestos a la realidad y, por tanto, terminan siendo ridiculizados. También puede ser blasfemia el pueril chillido de "mecagoendios!" exclamado con las meras ganas de simplemente decir algo. Una blasfemia puede ser una imagen que caricaturiza un aspecto específico de una religión que afecta negativamente al resto de la sociedad. También puede serlo el "meme" o la imagen editada simplemente para arrancar risas fáciles. Pero todas estas blasfemias quedan en el campo de las ideas. Dibujar a Mahoma con palitos podrá ser una provocación, pero reaccionar como un animal, o querer evitar que se haga tal dibujo es una reacción desmedida. Pretender prohibir tales expresiones por ser blasfemias, usando el estandarte del respeto a queridas ideas que no se sostienen por sí mismas no hará más que originar más críticas, definitivamente, muy merecidas.
Monday, September 17, 2012
El violento y asesino amor que comparten el Islam y el Cristianismo
A medida que los días pasan, el berrinche por parte de los musulmanes ante el video que ridiculiza al Islam no cesa. A pesar que el video fue hecho por un individuo en particular (cuya identidad, de acuerdo con algunos reportes, aún no se confirma), las protestas continúan no solo en contra de USA, sino también contra embajadas y representantes de otros países.
La irracionalidad de tal comportamiento, azuzado por las inefables creencias de los musulmanes, ya ha sido explicada anteriormente. Hoy encuentro que tal irracionalidad empieza a dirigirse hacia Google, como dueño de Youtube, donde se aloja el video. Y ya con estas amenazas y sabiendo lo violentos que son los musulmanes, Youtube ha decidido bloquear el video en países como Malasia, Indonesia, India, Libia y Egipto.
En otras palabras, no basta con simplemente cerrar el navegador o no buscar el video. Para estos fanáticos es necesario que no exista. Como dice Achmed, el terrorista muerto, "Silence, I kill you!"
¿Suena conocido?
Cabe resaltar que este comportamiento no es exclusivo de los musulmanes, pues los cristianos también saben expresar su amor mediante amenazas. Hace poco, cerca de la Convención Nacional Demócrata, American Atheists puso anuncios que no mostraban al cristianismo en la mejor de las luces. Las amenazas, inspiradas ciertamente por el amor de Cristo, no se hicieron esperar y los anuncios tuvieron que ser retirados.
El Islam podrá tener más fama de violento, pero el cristianismo no se queda atrás. Y no solo se lanzan amenazas contra instituciones como American Atheists, que ridiculizan las (ridiculizables) creencias de tantos, sino que ni siquiera chicas adolescentes que buscan seguir la ley se encuentran a salvo del amor cristiano.
A fines del anyo pasado, Jessica Ahlquist, una estudiante de secundaria de Rhode Island inició un proceso legal en contra de su escuela por tener una banderola con una oración en el auditorio. Por ley, las escuelas en Estados Unidos no deben da preferencia a ninguna religión en particular. Si bien Jessica pidió que la banderola fuera retirada, la escuela se negó y comenzó un proceso legal. Y durante este proceso no faltaron los airados cristianos que, con todo el amor que les inspira su dios, amenazaron a insultaron a Jessica por buscar que en su escuela se cumpla la ley.
Jessica Ahlquist dando un discurso en la Asociación Humanista Estadounidense
Este es uno de los tantos efectos nocivos de la religión, el pretender que la creencia de unos se ubique por encima de la ley y goce de derechos especiales. Y quien no comparta tal reverencia o se atreva a decir algo crítico ante ésta, recibirá el amor divino de las amenazas de insultos de los fieles creyentes. En el Islam lo vemos más seguido y es más palpable, pero eso no quiere decir que no ocurra en el cristianismo. Podrán ser distintos, pero no son tan distintos.
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"Que esté permitido a cada uno pensar como quiera; pero que nunca le esté permitido perjudicar por su manera de pensar" Barón D'Holbach
"Let everyone be permitted to think as he pleases; but never let him be permitted to injure others for their manner of thinking" Barón D'Holbach