Uno de los mejores métodos que tienen las religiones para permanecer en una sociedad es a través de la tradición y las costumbres que esta misma promueve, así como la condena, oficial o implícita, para quienes rompen con tales tradiciones, así estas sean insensatas o vayan en contra de algún grupo de personas. Y por supuesto, cuando la sociedad empieza a valorar más la igualdad que el respeto de tradiciones inútiles, que solo favorecen a unos cuantos, se arma la gorda.
Puede que te preguntes cómo empezó la tradición. Te lo diré
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No lo sé
Algo similar sucede con tradiciones que, a pesar de no tener nada que ver con religión, se celebran por ser “parte de nosotros”, incluyendo también la condena al que no participe de estas, especialmente cuando se trata de una tradición de carácter nacional o de un grupo humano al cual uno supuestamente pertenece. Un buen ejemplo de este fenómeno es lo que sucede en Perú los 31 de octubre.
Y eso que no me refiero esa muestra tremenda de borreguismo y superstición llamada
"Procesión del Señor de los Milagros"
De esta forma, en nombre al amor a la música criolla, se puede celebrar de cualquier manera, con música a alto volumen, sin respetar al vecino y emborrachándose hasta más no poder, pero claro, todo en nombre del sacrosanto criollismo y de la patria que a uno lo vio nacer. Y como es en nombre de la patria y el criollismo, no pasa nada. El asunto es que así como la religión de uno está por lo general definida por el lugar en el que uno nace, la patria y sus costumbres también.
Es por esto que ambos, el fanatismo religioso y el patriotero, se me hacen igual de insoportables. Tanto el que amenaza a otros con el infierno, como el que califica a uno de alienado por celebrar una fiesta que “no es la suya” se escudan en una tradición que celebran solo porque nacieron y fueron criados en tal o cual cultura. Y a esto se le suman los “issues” que muchos latinoamericanos tienen para con lo que sea “Made in USA”, a pesar que el original “Samhain” tenga raíces celtas.
Con esto no quiero decir que toda tradición sea mala, ni que todo lo que tenga que ver con Halloween sea algo bueno. Pero tampoco puedo dejar de señalar como insensato el que a uno prácticamente lo traten como un paria debido a que prefiera celebrar una fiesta extranjera a una fiesta “de lo tuyo”, como si tal o cual música nos definiese, o tal tradición tuviera que controlar nuestras vidas.
Hace unos días una escuela preparatoria en Estados Unidos nombró a la primera pareja lésbica como pareja del año. Recibieron apoyo, pero como era de esperarse, críticas, debido a que lo tradicional es que haya un rey y una reina. Una de las chicas dejó este mensaje:
“Para todas aquellas chicas que creen que la tradición debe ser continuada, regresen a al cocina, dejen de tener sexo antes de casarse, dejen la escuela y el trabajo, dejen de opinar, dejen de tener propiedades, renuncien al derecho de casarse con quien aman, no voten y permitan que su esposo haga lo que sea con ustedes. Piensen en lo que significa la tradición cuando usen ese argumento contra nosotras”
Recuerdo que una vez leí sobre un experimentos con unos monos y la creación de la costumbre. Se ponía a 5 de ellos en una habitación de cuyo techo pendía un racimo de plátanos. Cuando uno trataba de alcanzarlos, se les rociaba agua fría, hasta llegar al punto en que cuando uno trataba de tomar los plátanos, los demás le hacían escándalo, lo atacaban e impedían que los tome. Entonces cambiaban uno de los monos por uno nuevo, el cual al tratar de alcanzar los plátanos, era atacado por el resto. Se cambió entonces un segundo y un tercero, hasta que al final ya no quedaban los monos originales, pero seguían atacando al que tratara de alcanzar los plátanos, a pesar de no saber por qué exactamente lo hacían.
Esa es muchas veces la impresión que me provoca la celebración de fiestas tradicionales. La música criolla no me disgusta por completo, pero no le doy tanta importancia como para celebrarla. No le diré a otros que no lo hagan, pero al menos yo no pretendo hacerlo.