El video fue compartido no solo en muros de Facebook, sino también en crédulos portales de noticias. Luego de un rápido auge, descubrimos que el video era falso, pues había sido hecho por tres estudiantes de animación en 3D. Huelga decir que lo más probable es que hayan aprobado su curso con buenas notas.
Fuera del éxito técnico, no deja de llamarme la atención la rapidez con que muchos se aprestaron a dar crédito a una ocurrencia tan insólita como el que un ave trate de llevarse un niño. No pretendo decir que fueron gente crédula y sin mayor conocimiento, pero sí que se pudo tomar el asunto con un poco de escepticismo. Y es que, al ser algo poco común que un ave de rapiña se lleve a un niño frente a tanta gente no es algo que suceda regularmente.
Aunque si le pasó a Sandra Bullock...
Pienso que parte del problema es que a la gente le gusta sentirse especial. Nos gusta sentirnos especiales y cuando algo muy increíble sucede estamos muy prestos a creerlo y aceptarlo como verdad. La posibilidad de que un águila quiera llevarse a un niño justo frente a una cámara de video es realmente muy poca, y los documentales de la BBC pueden considerarse con suerte cuando un animal que vienen observando hace algo fuera de su rutina. Nos gusta pensar que no somos del montón, que somos especiales y que cosas increíbles nos pueden suceder.
Este principio tiende a aplicarse a las películas, donde gracias a una inusual serie de eventos afortunados, el protagonista llega a salir victorioso. Tomemos por ejemplo 2012. En ella, John Cusack tiene la "suerte" de encontrarse con un conspiranoico que tiene razón en cuanto al gobierno encubriendo el cataclismo que se acerca, tiene la suerte de tener una limosina a su disposición, tiene la suerte de encontrar el mapa del conspiranoico para llegar a las arcas que salvarán a sus pasajeros, tiene la suerte de encontrar un avión disponible, tiene la suerte de que el novio de su ex mujer sepa conducir un avión (aunque solo haya tomado un par de lecciones), tiene la suerte de que su jefe tenga un avión más grande a su disposición con piloto y todo, tiene la suerte de caer cerca de donde pasan los soldados que llevan a los pasajeros a las arcas, tiene la suerte de encontrarse con alguien que lo lleve gratuitamente a las arcas al no disponer de un boleto y finalmente tiene la suerte de llegar a estas e incluso, de comportarse como un héroe y no morir en el intento. Pero eso es Hoollywood pues, donde lo increíble se hace creíble.
El mismo razonamiento se aplica a la payasada del fin del mundo. A mucha gente le gusta creer que le ser humano puede conocer los misterios del universo y el futuro que nos los presentará. A muchos les encanta pensar que somos una especie de criatura especial alrededor de la cual gira el universo y por lo cual tenemos el poder de entenderlo y utilizar tal entendimiento para nuestro beneficio, no gracias a nuestros estudios e investigaciones, sino gracias a la cualidad inherente de que somos especiales.
El asunto del fin del mundo este 21 de diciembre del 2012 fue iniciado por el calendario Maya que supuestamente “acaba” o “se reinicia” (dependiendo a quién le preguntemos) en dicha fecha. Y no faltaron quienes empezaron a armar todo un imperio de especulaciones apocalípticas en torno al supuesto fin. Sin embargo, eso solo sucede gracias a que hay mucha gente con unas ganas tremendas de creer que hay algo místico y divino que una cultura antigua pudo entender y que hoy ya no podemos.
Así como con el caso del águila, en que sería fabuloso el poder haber presenciado un evento tan inusual, en este caso sería fabuloso el que podamos saber lo que nos depara el futuro solo con el supuesto conocimiento de civilizaciones antiguas. Y como sería fabuloso, entonces abundan quienes están muy prestos a creérselo, y no solo a creérselo, sino a predicarlo como si fuese una verdad y a tomar acciones para prevenir el inminente final.
Y ya que estamos en esto y habiendo ya establecido cuán lindo es el creerse algo fabuloso e improbable, pensemos qué es aquello que se presenta por lo general como lo más fabuloso que hay. Digamos que el universo y todo lo que conocemos fue creado por un ser de infinito poder, infinita inteligencia e infinita bondad. Y también imaginemos que dicho ser nos tiene en cuenta a cada uno de nosotros y nos ama como si fuésemos sus hijos. ¿No es eso acaso lo más fabuloso que uno pueda imaginarse? No es pues de extrañar que haya tantos dispuestos a creerse tal cosa. Pero como con el caso del águila y de las predicciones del 2012, no es que nos lo creamos porque tenemos prueba de ello, sino simplemente porque nos gusta sentitrnos especiales.
A final de cuentas, como dijo Sagan (citando a Marcello Truzzi), “Una afirmación extraordinaria requiere pruebas extraordinarias.” Si hubiesen salido a la luz más pruebas del caso del águila, sí habría podido creerlo. Si los Mayas fuesen una civilización extraordinaria aun en estos días, con varios casos en que habrían podido predecir eventos futuros, bien podría haber pensado que su calendario es relevante. Y si existiese alguna prueba de que un dios (cualquier dios) existe, que no sea el mero desconocimiento de cómo funciona el mundo, yo sería el primero en admitirlo. Pero eso aún no pasa. Y como van las cosas, es bien, bien improbable que pase. Tan improbable que es prácticamente imposible.
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