Con Santa Rosa de Lima el asunto no es distinto, y así como con la mayoría de santas del panteón católico, su énfasis para con la castidad es machacado hasta el cansancio y ubicado en la lista de características que hace a una mujer más virtuosa. Supuestamente del hombre se espera lo mismo, pero en la práctica la incidencia en cuanto al control de la sexualidad recae sobre la mujer, como si entre las piernas de ésta se guarde su honor y al “perderlo”, pierde algo inmensamente importante y tras lo cual ya nada será igual. Una tontería arcaica, propia de las mentes más medievales y que hoy en día se asocia más que nada con los pueblos musulmanes más fundamentalistas. Pero como podemos ver, no es necesario irse tan lejos.
Obispo de Cartago pide a católicos no enviar hijos a clases de sexualidad
El obispo de Cartago, José Francisco Ulloa, solicitó a los padres católicos abstenerse de enviar a sus hijos a las clases de educación que implementará el Ministerio de Educación. El obispo calificó los programas de educación sexual del MEP, como "gravemente dañinos" para los adolescentes, pues, para el religioso, son “eróticos y hedonistas”.
Como es de esperarse, a la iglesia católica no le conviene el que la juventud sea educada. Para la iglesia católica es preferible cubrirla con su sotana oscura de ignorancia y satanizar la sexualidad creando un sentimiento de culpa que tan solo (y esto es indispensable) la confesión, los sacramentos, la cercanía con la iglesia y toda la sarta de productos que la iglesia vende puede quitar. ¿Significa esto que hemos de hace apología a la promiscuidad y al desenfreno sexual? De ninguna manera. Sin embargo, el pretender que la sexualidad sea vista como indeseable y vendida como una de las mayores virtudes (si es que no la mayor) que una mujer puede tener no es distinto a crear la ilusión de enfermedad para vender la cura. Lo cual es algo que la iglesia católica está muy acostumbrada a hacer, utilizando como “poster girls” a Santa Rosita y a otras santitas, siempre devotas y arropadas, muy místicas y con cara de sufrimiento.
No sé si en algún momento vi esta imagen con agrado. Lo que es ahora, no puede sino producirme repulsión gracias a la santificación del dolor y sufrimiento que, fíjense, nos acerca más a Dios, un Dios tan sádico que parece producirle placer el vernos así.
Esta apología al sufrimiento podría quedar ahí de no ser por que sirve como una excelente herramienta para justificar la injusticia con la promesa de que ese dolor servirá eventualmente para garantizar una entrada al eterno paraíso, paraíso cuya existencia no se ha demostrado, y sin embargo, sigue siendo un motivo para resignarse a sufrir cual Job porque a final de cuentas, Dios compensará.
Es para esto que sirven los iconos religiosos, envueltos en su aura de virginidad, sufrimiento y dolor; sirven de modelos de resignación y de culpa por ser nosotros mismos, por amar, por desear, por disfrutar de algo inherente a nuestra humanidad. Se nos pretende convencer que hemos de sentirnos culpables y que solo la iglesia tiene la cura para ella. Definitivamente, una de las mejores estafas del mundo.