En los próximos días veremos tres tradiciones celebrarse en distintas partes del mundo. Halloween, en USA y otros lugares, El Día de los Muertos, en México, y El Día de la Canción Criolla en Perú.
Si bien estas celebraciones no tienen lugar en exactamente el mismo día, vienen casi siempre juntas, y debido a sus diversos orígenes y celebrantes, pueden llegar a traer bastante controversia.



Estas tres tradiciones se encuentran bastante arraigadas en los lugares en los que se celebran. Son celebraciones que se han llevado a cabo, para muchos, desde que pueden recordar algo. Y ese es un peso que muy difícilmente puede quitarse. Casi casi, de la misma forma que trabaja el pensamiento religioso.
Las tradiciones son algo que hacemos sin pensar mucho, tan solo al recordar lo importante que fueron para los que estuvieron antes que nosotros y que, por lo tanto, deben serlo para nosotros. Las trdiciones son respetadas, porque de lo contrario, se falta el respeto, no a la tradición en sí, sino a los que la celebran sin pensar mucho en las razones de esta. La tradición es muchas veces un yugo sobre nuestra razón que le impide levantar la cabeza y preguntarse ¿tiene sentido esto que estamos haciendo? De la misma forma que trabaja el pensamiento religioso.
Un buen ejemplo son las corridas de toros

Creo que el disgusto ante estas es evidente. Sin embargo, se mantiene vigente en varias partes del mundo debido a que es una tradición y por ello debe ser respetada.
Al igual que con las ideas religiosas, donde un dogma es impuesto sin lugar a reclamo ni cuestión, las tradiciones, las tradiciones nos evitan hacer preguntas, diciéndonos “Si siempre se ha hecho así, por qué cambiarlo.” Muchas veces la costumbre habrá obedecido a algún fin práctico; sin embargo, eso no quiere decir que esto vaya a ser vigente por siempre. Y aun cuando ya no lo es, la tradición no permite un cambio fácil, lo que significa que tampoco permite un progreso fácil.
Particularmente no pretendo criticar a quienes deseen celebrar la fiesta que les venga en gana. Lo que sí me parece tremendamente criticable y despreciable es el descalificar a otro por no celebrar tal o cual fiesta, arguyendo que pierde parte de su identidad, costumbres o “amor a la patria”. Uno puede disfrutarlas todo lo que quiera, pero vivir con estas como centro y hacer de estas una identidad es, como dijo Ravel, para imbéciles.